En Los Pumpos, descansa el paladar con un tamal de cambray (agridulce chulada de carnes –res, pollo y puerco– con pasas y aceitunas) o pide un taco de cochito y ponle un chile “mira pa’ arriba” –así se llama, neta–, y verás el paraíso.

Para desayunar, échale ojo a cualquiera de estas tres opciones, sólo para darte un quemón. El desayuno chiapaneco: huevos revueltos con chorizo, acompañados de plátano frito, bañados con crema y queso, acompañados de frijoles de la olla. El desayuno costeño: huevos revueltos con chipilín y camarón o la receta de la familia, las enchiladas de la abuelita Chata: rellenas de una pasta hecha con pierna de puerco y plátano macho, bañadas en mole de Chiapas.

Todos los días ofrece un menú entre las 12 y las 16 horas. Pide las aguas de “tascalate” (maíz, canela y piñones) y de “pozole” (cacao y maíz); magníficos energetizantes naturales.

A todas horas hay tamales. Muchos tamales. Como si esa rosca de reyes hubiera traído más niños que masa. Tamal de chipilín (hoja dulce) y quesillo. Tamal de bola hecho en hoja de maíz, carne de puerco, salsa roja y chile de Simojovel. O el tamal de frijol con hierba santa.

Además tienen tiendita donde encuentras productos y artículos oriundos de Chiapas como el pox (aguardiente local), tascalate, pozol, pan coleto, queso bola, la mantequilla lavada, el chipilín, el nanche encurtido y el chile de Simojovel que en la CDMX no se consiguen en cualquier lugar.

Barbea a tu suegra o a tu cuñada y llévale una falda o capa artesanal de fá-bu-la.