Ubicado en los portales del centro de Tlalpan, tiene todo el encanto provinciano: alternativo, despreocupado, informal… adjetívalo como quieras, este sitio no exige poses.

Si te estás preguntando con qué se comen los goliardos, despreocúpate, eran monjes errantes en Europa durante el Medioevo que amaban la buena vida. Repasa las páginas de una carta donde predominan las especialidades italianas y trata de darte una vida como aquellos.

El sabor no te conducirá al éxtasis –pero los precios seguro sí. El filete al burro negro, no tan terso como se quisiera, está bañado con una rica salsa de mantequilla negra con alcaparras y aceitunas. La pizza goliardos se defiende, confeccionada con queso de cabra (cuyo sabor predomina), aceituna negra, pimienta, alcaparras y jitomate deshidratado. En materia de postres, la sorpresa más agradable son las guayabas goliardos, almibaradas con nieve de vainilla al centro, chocolate y crema chantilly.

Pero la verdadera delicia de este sitio es su absoluta falta de pretensiones, su ambiente alternativo. El restaurante Los Goliardos podría estar ubicado en cualquier parte del mundo y no desentonar. Desde que entras puedes admirar un mural de inspiración Baconiana con un puñado de goliardos.

Visítalo especialmente los jueves, viernes o sábados a partir de las 22 horas, cuando artesanos del lounge y jazzistas veinteañeros crean la escenografía sonora de veladas en las que uno quiere pasársela bien, amar, ser amado, o tal vez cambiar al mundo. Es un lugar ideal para desconectarse y pasar un buen rato.

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