Lo primero que destaca es el dedicadísimo servicio en un espacio tipo bistrot que además tiene una terraza muy cool, parece haber sido el sótano de esta extraordinaria casona que ahora funciona como biblioteca y galería. Todos los detalles están cuidados, cubiertos Christofle y vajilla Villeroy & Boch. Hasta se antoja venir elegante.

El capitán está en todo momento orientando a los aprendices en el manejo y servicio.

El mayor gozo está evidentemente en la comida, los platillos se presentan listos para ser fotografiados, da pena cortarlos, el menú va cambiando cada seis meses con las nuevas generaciones de cocineros aunque siempre guarda clásicos infaltables como la sopa de cebolla, y el filete a la pimienta en preparaciones perfectas y académicamente apegadas a la tradición.La alta calidad de los ingredientes se nota en cada bocado.

Aquí también se puede desayunar, un colorido y fresco plato de fruta, unos huevos benedictine con salsa holandesa impecable y el pan que ahí mismo de hornea (ojo, es adictivo).

En breve y gracias a la visión de Patrick Martin, abrirán una pequeña deli, tendrán no sólo los famosos postres de la casa, también fresco embutidos preparados en casa y una impecable variedad de vinos. Como se trata también de promover el intercambio cultural, el vino de la casa es mexicano, elaborado en exclusiva por el prestigioso enólogo Hugo D’Acosta.

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