Du soleil dans un verre, Cognac Monet” (El sol en un vaso, Cognac Monet) es una de las tantas leyendas que cuelgan de los affiches estilo vintage de la nueva sucursal de Le Bouchon. Eso, las mesas para dos, pegaditas, y el piso de cuadritos son lo que le da el aire de bistro francés al lugar.

Para ser el comienzo, el pan decepciona un poco: es una baguette cortada en rodajas que no sobresale por su frescura.

Si superas esa decepción habrá recompensas. Primero otra cortesía de la casa (un pan untado con paté campestre) y luego platos de cocina tradicional, muy bien servidos en relación al precio.

El primer ejemplo es la ensalada lyonaisse, un mix de lechugas que desborda el plato y trozos gruesos de tocino frito, salchichón, croutones y vinagreta. Lo mejor es que al centro trae un huevo frito, con la yema lista para estallar y desparramarse por todo el plato. Viene bien aliñada y el sabor de la vinagreta no opaca al resto de los ingredientes.

Para plato fuerte es difícil que te resistas a la oferta de las carnes. Muy a la francesa, te servirán un filete con cuatro opciones de salsa a elegir: pimienta verde, salsa morilla, pimienta negra o salsa bernesa

Nosotros elegimos el de pimienta verde, un filete grueso que llegó un poco sobrecocido de las orillas y con una abundante porción de papas a la francesa. Llegando al centro, el filete es muy rico, ahí está al punto y la salsa completa el sabor con un ligero dejo picante. Como tip, te recomendamos pedir un poco de salsa extra para remojar las papas.

Si te queda espacio para el postre y tiendes a la tradición, ordena una tarte tatin, crujiente y con un toque fresco de helado de vainilla.

El servicio es bastante correcto, siempre tendrás un mesero de cajón y otro par rondando (aparte del capitán y el gerente) pendientes de si te falta algo.

Es un bistro francés digno-entre los que abundan en la ciudad-, buena opción si lo que quieres es probar un plato tradicional.