Por: Mariana Camach

Una letra cursiva y menuda ronda por todo el menú, es la huella del chef Jardí, igual dando explicaciones sobre la mezcla del café, que advirtiendo que se vale pedir sugerencias con la carta de vinos o dando fe y legalidad de la frescura de las materias primas. Y es que en un lugar como L’Atelier el concepto incluye la nariz (y las manos) del chef metidas por todos lados: «No hay absolutamente nada en el menú que no haya probado y que no me guste» admite con complacencia.

Puesta esta carta sobre la mesa llegar como invitado a la mesa de Jardí implica dos cosas: tiempo y mucha curiosidad. Primero porque el espacio, típico de la Roma (entre otras cosas porque la madera de los pisos, de tan original, rechina), invita al recorrido: desde afuera lo primero que se notan son las luces de colores y adentro hay para entrenerse con la galería de arte o con las novedades de la librería. Eso como antesala de las mesas con manteles, de plástico, de cuadritos y las sillas rojas de cartablanca. Como música de fondo, ¿qué otra cosa podría ser?, hay jazz.

Con el menú puedes pasarte un buen rato (en tiempo y entretenimiento) pues es prácticamente un dossier en el que se leen no sólo las sugerencias y los ingredientes sino todas las apostillas, permisos e historias que el chef ha decidido compartir: «pizzas horneadas al estilo de la Vera Pizza Napolitana, es decir, sobre la piedra volcánica, al fondo del horno de ladrillos”… y continúa. Pero lo mejor no es eso, el placer llega cuando las expectativas se cumplen y llega con buen aroma una “Cruyff” (la única con nombre de futblista, en el resto aparecen personajazos como Miguel Ángel o Andy Warhol): salsa catalana de jitomate, pimiento rojo acalivado, berenjena (el ingrediente que más resalta)tomillo, y tres quesos (ricotta, fontina y parmesano) todo en una masa suave y calientita que se puede doblar, tan recién echa que se te espolvorean las manos.

Para acompañar algo sencillo y un vino tinto, sugerencia del chef (que por supuesto ronda por las mesas), un Condesa Leganza Reserva, que nos advierte debemos tomar en una hora para obtener el mayor beneficio.

Una vez que has cedido a todo prejuicio y te has encantado con la idea de las sugerencias la casa ofrece un postre: ¿EL tiramisú del chef o un helado de frutas con trocitos de tocino? Y allá vamos: a dejarse conquistar por una combinación con un pie en lo dulce y un pie en lo salado, por aquí algo cremoso y de repente algo tostado, alambicado y sí, muy rico.

En definitiva, a Jardí se le puede reprochar que su gusto no es universal, pero se le agradece el arrojo, la originalidad y una ejecución con mucha calidad.