Típica trattoria italiana, con una decoración rústica y acogedora. El lugar es muy tranquilo y agradable a la vista, así que apenas se sienta uno a la mesa, se olvida del bullicio de Polanco para disponerse a comer uno o más de los platillos de la atractiva carta.

Hay un menú de pizzas, pero entre los platillos estrella están la pasta con mariscos y las costillas de cordero con jalea de menta. Dos alternativas que pueden ser suficientes, pero si eres de los que no te pierdes la sopa, te recomendamos la de mejillones y almejas o una entrada de calamares y camarones enharinados fritos muy crujientes.

Las cantidades son vastas, en especial las de cortes de carne, que van de entre 180 y 300 gramos. Un postre tradicional de la cocina italiana —y de este lugar— es el tiramisú. Vale la pena señalar que toda la repostería es del día y ahí la preparan. En cuanto al bar, la carta de vinos no es muy extensa pero bien seleccionada con etiquetas europeas y latinoamericanas, así como los destilados normales y la coctelería clásica, tipo piña colada, margaritas, martinis, etcétera.

El servicio es muy atento, personalizado y respetuoso.