Con ya más de diez años de experiencia, el Fuji es un restaurante al que uno va en búsqueda de auténtica comida japonesa. Tal fidelidad se logra desde las recepcionistas en kimono, las mesas de madera de bambú y el puente del mismo material que te lleva al segundo piso del local pasando por un río lleno de peces koi.

El servicio es excelente, los meseros y cocineros de plancha son atentos y poseen un extenso conocimiento sobre cada platillo. El clásico imperdible es el teppanyaki, preparado justo en tu mesa. El de calamares es una opción fresca que se mezcla muy bien con las verduras del plato como el brócoli y la jícama.

Los fideos ramen hay que probarlos y el shabu shabu, una especie de fondue japonés (guardando toda proporción) es una oferta deliciosa por la suave carne que se remoja en un caldo hirviendo.

La gente del Fuji ha apostado por mantener su calidad en vez de crecer en proporciones y esto ha probado ser la decisión correcta. El precio es accesible para la calidad de productos que manejan y es un sitio excelente para visitar con toda la familia. Para el postre tienen un clásico: tempura helado, mitad fresa, mitad chocolate.