Los amantes de mariscos tienen que ir al Fisher’s por lo menos una vez, empezando porque la relación entre calidad y precio es muy buena. Sin embargo, con el ambiente de fábrica y el servicio poco atento puede ser que no te dan ganas de regresar muy a menudo. En ocasiones se puede volver difícil gozar lo que estás comiendo. Digamos que es la antítesis de la intimidad. Sin embargo, el concepto funciona, de eso no hay duda.

Ir al Fishers’ de Polanco es toda una experiencia. Puedes haber reservado, pero eso no impide que hagas fila igual que los demás. El ambiente que te espera es el de unfast food. De hecho, esta cadena empezó como unfast foodde mariscos, y aunque hoy en día el Fisher’s es todo una institución, el ambiente sigue siendo muy similar al que había hace 17 años.

Los mosaicos blancos y azules visten todo el restaurante, creando un ambiente de cantina moderna, fría. El ruido incesante impide la conversación. El menú está escrito sobre el mantel individual de papel, y cada mesa tiene un kit divertido: pan y totopos, servilletas de papel, exprimidor para limones partidos al momento y hasta baberos.

Si tienes suerte, un mesero detendrá por un segundo su carrera para regalarte un consomé de pescado que traerá dentro de un termo sucio. Pero no te desanimes por su apariencia, está muy sabroso.

La carta está tan amplia y tiene tanta variedad que te puedes perder un poco. Encuentras todos los mariscos preparados de miles de formas distintas. ¡En total son 210 platillos del mar!

El popcorn de jaiba es muy rico. Las jaibas empanizados con perejil son tiernas y la salsa de mayonesa con chipotle que los acompaña realza muy bien su sabor. Eso sí: las papas fritas no presentan ningún interés, son gruesas y grasosas.

La quesadilla de camarón es una miniatura original: viene dentro de un vaso transparente, bañado de frijol, y está hecha con una tortilla azul crujiente y un relleno de camarón, chile y cilantro. En este caso exageran un poco en la cantidad de frijoles, ya que termina opacando el sabor del camarón.

El coctel campechano es el clásico que todos conocemos: viene en un vaso de cerveza con salsa catsup. La mezcla de camarones, callos de hacha y cilantro resulta muy fresca. Es una garantía en la carta. El pulpo a la gallega puede ser deprimente a la vista, pero su sabor también es muy bueno: está empapado de aceite de oliva, cubierto de paprika y su cocido en su punto.

En cuanto a los postres encuentras lo básico: desde el flan hasta las crepas de cajeta o una malteada de chocolate.

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