En lo que a pizzas se refiere, los mexicanos hemos sido maleducados por las franquicias, que nos han hecho creer que ese montón de masa esponjosa cubierta por una salsa de tomate estilo catsup y un queso mozarella wannabe es una pizza. Afortunadamente existe Fiesole, cuya pizza se prepara según la receta y tradición italiana.

Para llegar a la sección del restaurante hay que bajar unas escaleras, pues en la planta alta se encuentra la recepción y una gran cava. Una vez abajo te encontrarás con un local acogedor, íntimo y donde la música suave te permitirá charlar amenamente con tus acompañantes.

Te recomendamos comenzar con la ensalada Fiesole, que lleva hojas de lechuga, segmentos de aceitunas negras, queso de cabra, jitomate y unas cuantas tiras de pollo asado, y viene aliñada con vinagreta de la casa. Una vez llegado el momento de la pizza habrá que pedir una Quatro Stagioni: la masa es delgada y crujiente y está cubierta de una salsa de tomate que ha sido guisada durante horas y horas con distintas hierbas provenzales y especias. Por eso es la base perfecta para las delgadísimas rebanadas de jamón italiano, salami, hipersuaves y tiernos corazones de alcachofa y –como el dios de la pizza manda– mozzarella. Yo podría comer todos los días esta pizza sin problemas con tal de vivir de nuevo su sabor intenso y perfecto.

Además de las pizzas y ensaladas, el menú también incluye pastas, risottos y platillos en los que la carne o el pescado son los protagonistas.

Algo que no te puedes perder son sus postres: hay chocolate hasta decir basta. El café –como todo buen restaurante italiano que se precie de serlo– es perfecto: aromático, con cuerpo, y algo que debemos agradecer: nunca antes que el postre.

Un último detalle: los comensales terminan de comer pero no se van. Alargan la charla, se toman otro café o la última copa, y es que en este lugar se está realmente bien. Nuestra recomendación: ve sin prisas y dispuesto a disfrutar.