Aventúrate a vivir la inigualable experiencia del Excellency. No te fijes en la decoración, ve a comer el gran pato laqueado que te hará sentir como en China, así como tus vecinos de mesa que también son chinos.

Si te dejas llevar por la fachada del Excellency, nunca te atreverías a bajar del coche. Es muy “simpático” encontrarte en la entrada del restaurante una fuentecita de jarrones en un mini jardín y al lado una estatua china que por más que te esfuerces difícilmente le encontrarás forma.

Este lugar es toda una aventura. Al entrar, lo primero que ves son a unas señoritas muy mexicanas disfrazadas de chinas, que se creen chinas. No se te ocurra reírte de la escena porque las podrías ofender. La decoración china china no es; es una mezcla chusca. Por un lado hay flores naturales, por otro un cuadro de un bodegón como de casa de tu abuelita y por otro un buda. Eso sí, se nota que lo mantienen al día porque está limpio y en buen estado.

Si te descuidas un poco, puedes llegar a sentirte como un turista, ya que la mayoría de los comensales son chinos. La gran especialidad es el Bei Jing Ya, taquitos de tortilla de harina, a los que les untan una salsita medio ácida de ciruela, les ponen tiritas muy finas de pepino y cebollín y encima el pato laqueado al horno con todo y la cáscara doradita. Les quedan realmente deliciosos. Para picar puedes pedir los spring rolls, los típicos rollos de verdura con juliana de res y pollo, pero si no te quieres manchar de aceite mejor no los pruebes, porque se les escurre la grasa. No pidas los camarones agridulces: más masacudos no pueden ser. Los trozos de piña, chile, cebolla y jitomate son enormes, ya ni sabes si es un camarón lo que te estás comiendo o un pedazo de cebolla. Sin duda alguna, Excellency vale la pena por su pato y nada más. El servicio es bueno y aunque no lo creas vas a regresar… sólo por el pato.