Un oasis en el bullicio de la Ciudad de México. Así se definen en El Tajín y le apuestan al slow food, es decir, a volverse a tomar el tiempo de la comida con calma para disfrutar tanto los platillos como la compañía.

Si buscas una cocina de sabores auténticos este es tú lugar, porque combina lo mejor de la tradición con las técnicas contemporáneas para realzar los sabores de los pequeños productores. Hay que probar los tacos de quelites y requesón, la tostada de tostada de marlín y los pulpos a las brasas.

Si bien es una gran opción para ir a comer, este restaurante es algo más: un centro dinámico de apoyo a la gastronomía mexicana. Se imparten cursos de cocina y talleres gastronómicos. La chef propietaria es Ana María Arroyo, conocedora de la cocina prehispánica y de la Nueva España y participó con Alicia Gironella, fundadora de El Tajín, en la realización de los menús para muchos eventos nacionales e internacionales.

Pero volviendo a las delicias del lugar, para acompañar los platillos hay una extensa carta de vinos, principalmente de Baja California y nuevas propuestas de enólogos mexicanos. Los vinos nacionales ocupan el 80 por ciento de la carta. Sin embargo, otras bebidas que hay que probar son los toritos y el mint julep (estilo veracruzanos).

También hay variedad de mezcales y cervezas artesanales, que se cambian mensualmente. El salón es muy amplio, tranquilo y luminoso, y hay una agradable terraza rodeada de verde, así cumplen con sus intenciones de ser un oasis para los chilangos.