Su encanto no está, ni mucho menos, en la decoración, está en los placeres masoquistas. Y es que a pesar de que la torta ahogada te puede llevar a niveles insospechados de enchilamiento, no puedes soltarla. Esto pasa si no pides la salsa rebajada: a la primera mordida el fuego se apodera del paladar, emigra a los labios y de ahí al resto de la cara. El cerebro se aturde y las lágrimas asoman a los ojos. Con una michelada en jarrito de barro, el incendio se atenúa apenas lo suficiente para continuar.

Éntrale aquí a la torta ahogada o a la carne en su jugo, doradita y con frijoles que se deshacen. Si quieres más, échate una orden de tres tacos dorados de papa y frijol o resérvate para la jericalla. Si andas con ganas de mariscos trata el ceviche de pescado o camarón y una tostada de aguachile. Si conoces Jalisco, suspirarás más de una vez.

El birote, típico pan Tapatío, permanece crujiente a pesar de que nada en salsa. Dentro de él, hay carnitas o camarón y encima cebolla en escabeche. La combinación es sencilla pero explosiva gracias a la inclemente salsa de chile de árbol. La parte sádica de la diversión es ver sufrir a la concurrencia que se cubre la boca, sopla y se ventila con la mano. Los más sensatos piden la torta en salsa de tomate y la salsa picante aparte para irla dosificando a su gusto.

Los meseros están siempre atentos a tus necesidades y te equipan con guantes de plástico para que tus manos no terminen también ahogadas. Si el ánimo no está fogoso, pide el lonche. Igual es una torta en birote tostadito pero más civilizada. Hay de barbacoa o pierna deshebrada a las brasas y perfectamente sazonada. Otra buena opción es el taco de marlin ahumado en suave tortilla de harina.

El postre te lo puedes ahorrar, a no ser que tengas genes tapatíos que despierten al llamado de la jericalla, especie de flan horneado que ni fu ni fa. Los coloridos borrachitos, más agradables a la vista que al paladar, satisfacen, a secas, las ganas de dulce.

Pialadero viene de Pial, una suerte que se hace con el lazo. El lugar se llama así porque su dueño es un connotado charro que, con su familia, atiende el restaurante.