Esta es la catedral de las cantinas y se encuentra en el mercado Jamaica. Si nunca la has visitado, fallaste como chilango; te invitamos a reconsiderar tu actitud cuanto antes.

Abierta desde 1967, es legado de una tradición bohemia y de buen comer, que hasta hoy arropa a todos los que lleguen con ansias locas de botana y el alma seca (o el cuerpo, por la cruda). Por aquí no hay vecino o marchantito que no haya pasado a echarse una chela y unos caracoles al adobo.

Es como si El Baluarte de Oro tuviera dos vidas: entre semana predomina el ambiente de cantina (con cubiletes y grupos de oficinistas en pleno brindis, incluidos), y los sábados se vuelve completamente familiar.

De lunes a viernes manda el tradicional “botana por trago” y uno de sus platos más notables es el chamorro al albañil, hecho con cebolla, tocino y chiles a la plancha. Otra gran opción son las sopas del día (que cambian siempre, pues… porque… son del día) o la pancita con sus tortillas obligadas.

Pero los sábados en El Baluarte de Oro la historia es otra, una más familiar, que se resume con tres palabras: buffete de mariscos. Jaibas gratinadas, calamares petroleros (en su tinta), toritos rellenos de atún, mojarras zarandeadas y hasta paella; un universo de posibilidades tan vasto como el océano por $229 por persona.