El menú de este pionero en la ciudad tiene opciones para no gastar de más, con platos como el tonkatsu y el sakana furai, filetes empanizados con panko y servidos con ensalada. Hay caldos rebosantes como el chashu ramen, con láminas de cerdo. Buena opción: el shake chazuke (arroz caldoso, lomo de salmón asado y té verde; $79).

Si buscas un lugar con una decoración con pagodas y dragones, mejor busca en otro lado. Lo único que encontrarás aquí será comida japonesa.

La atmósfera de Daikoku parece que fue pensada para no ser recordada. Unas paredes de ladrillos, pisos blancos lisos y meseros poco dispuestos no ayudan a hacer la experiencia más placentera.

Justo cuando todo parece una tarde de decepciones, abres la carta y encuentras la mayor variedad posible: sashimis, makimonos, sushis, tepanyakis, fideos, mariscos gratinados, arroz. No es exageración pero puedes contar más de trescientos platillos. Afortunadamente el menú contiene una simbología que permite distinguir entre los que son platillos populares y los que son sugerencias de la casa.

¿Y que vale la pena del Daikoku? En términos de sabor, todo. Existe el tori to pinattsu que son porciones de pollo servidas en salsa de cacahuate picante ó agridulce. También hay el gyo no shogayaki que es un rollo con Rib Eye importado, pimiento morrón y cebolla. Y para los más exquisitos podemos mencionar el rollo arcoíris especial, que tiene en el exterior atún, camarón, calamar, macarela y salmón; mientras que dentro tiene queso, masago, pepino y aguacate.

Es difícil pensar que el Daikoku ganará premios por su estética o la actitud de sus meseros. Pero si hay algo trascendente de este lugar, es el excelente sabor japonés que se transparenta en sus inagotables platillos.