Para comer en La Condesa (y comer bien) es necesario tener un radar, porque es común que te topes con lugares que se prestan para la copa, pero resultan una estafa para comer o cenar.

Es por eso que la apertura de Charro, a cargo del chef Daniel Ovadía, chef del Paxia (San Ángel y Santa Fe), implica tres aciertos: 1) su apuesta por productos nacionales y la reinvención de platillos de la cocina mexicana tradicional, 2) El cheque promedio no tan elevado sin sacrificar el buen servicio (y aquí, inserten aplausos para el capitán de meseros que conoce el menú tan bien como el propio chef), 3) Que el lugar está ubicado en el ajo de la zona (ni al norte, ni al sur, en el mero centro, frente al mercado de Michoacán). 

No es casualidad que un jueves por la noche el lugar esté a reventar. Que lo mismo sea la parada para comer un snack antes de irse de fiesta, que el lugar al que llevas a comer a tus papás… sin que se espanten. 

De fondo hay jazzecito, “Boys may come and boys may go” de Madonna reinterpretado por un vozarrón. 

Un ejemplo de lo que se puede lograr con la cocina mexicana son las quesadillas Oaxaca: cuatro, fritas, espolvoreadas con azúcar y servidas con una copa martinera con mole y chocolate. Por más dulce que te suene la combinación la mezcla de texturas no resulta empalagosa. 

La otra, en la que presumen materia prima cien por ciento nacional, es la barra del mar con productos de Ensenada (sí el pececito azul al lado de la barra está prendido, pide para vagos y ciegos). Te recomendamos la almeja chiluda, servida como ceviche con caviar de habanero (que no importa lo sofisticado que se lee, son perlitas con sabor picante pero más sútil que el acostumbrado). Pagas por la porción $250, pero vale la pena porque es un producto que dificílmente encontrarás en otro lado.

En la carta de vino: Ensenada gobierna. Hay opciones de los distintos Valles, blancos, tintos, rosados y de Casa Madero. 

Bueno, para una visita, en la que el “preocopeo” se acompaña con una buena cena.