¿Desayuno, comida o cena? Todas las opciones en un mismo sitio.

Este lugar se mantuvo cerrado un par de años y regresó en una nueva ubicación, en un espacio de acabados rústicos (algunas de las vigas son de una vieja iglesia del S. XVI) y toques contemporáneos.

Un gran atractivo del lugar es el horario extendido: una larga jornada gastronómica que pasa por el desayuno, la comida y la cena, sin escalas. El ambiente varia con las horas, romántico y con iluminación baja para una cena en pareja o cálido para reuniones en grupo (principalmente de mujeres), comidas de ejecutivos y familias los fines de semana.

Si pasas muy temprano te encontrarás con el pan, dulce y salado, recién horneado en casa, jugos (dietéticos, exóticos y sencillos) y un clásico omelette gratinado con queso en porciones abundantes.

Para el resto del día el menú está más inclinado a especialidades italianas como el carpaccio de alcachofa, las pizzas a la leña o el linguini a los cuatro quesos con pistache.

El servicio es formal, atento sin rayar en las exageraciones: hostess para dar la bienvenida, el capitán rondando y un mesero asignado. Lo mejor es que tienen una pequeña tienda gourmet en la que puedes comprar tu botella de vino y pagar $100 por el descorche o bien llevar tu botella de casa y sólo pagar el descorche. De la tienda también puedes llevarte café molido y pan recién horneado, te recomendamos la oreja, con esa consistencia crujiente, suave y un toque de almendra.

Si eres fumador cuentan con una terraza muy acogedora, amplia y muy bien montada.