Por Patricio Saiz

Justo a unos metros del parque Lilcon, está este local relativamente escondido (entre los varios restaruantes de la misma calle). Para lo que padecen de claustrofobia, es recomendable que escojan una mesa en el exterior, ya que adentro el espacio es muy reducido, además de que la decoración de fotografías de parejas besándose no disminuyen la sensación de encierro.

Si uno estudia con detenimiento, llama la atención que la barra abarca casi la mitad del local, mientras que la cocina pareciera que es lo menos importante del establecimiento. Lo principal de la carta son las pizzas y las entradas. Es importante decir que si no tienes un antojo muy específico y quieres experimentar, puede que este lugar no sea la mejor opción. Pues solo existen dos tipos de sopas y dos platos fuertes para elegir.

Hay una serie de entradas atractivas como son el provolone con semillas y cassé, los dedos de fetta con ajonjolí. Aquí resaltan las alcachofas al parmesano. Éste platillo tiene un proceso de cocción delicada y una ligera sazón de pimienta, est an suave que puede devorarse sin mover la mandíbula.

El punto fuerte para defender al Primo Baccio, son las pizzas. Una de las mejores es la Roberta: horneada con salami, salchicha Italiana, salsa de la casa, mozarella y pasta de aceituna.

Y para los amantes del mar, tienen que probar la Giulia: Su cobertura de Calamares, camarón y mejillones se combina con chile de árbol para presentarnos a la comida del mar con un rostro pocas veces visto.

No sé si la multiplicidad de sentirse antro, punto de reunión ó bar alteren la experiencia. Pero si uno está buscando un restaurante, en el Primo Baccio puedes comer mucho y salir sintiéndote vacío.