Entre los restaurantes de cocina libanesa en la ciudad, éste se caracteriza por un factor: la abundancia. Las porciones están pensadas para compartirse entre dos y hasta tres. Un gesto que se agradece cuando se trata de una cocina que se presta para mezclar un poco de todo dentro de un pan pita -que hornean en casa y llega caliente e inflado a la mesa. La carta reúne una cantidad conciderable de opciones preparadas con carne de cordero o pollo. Las indispensables hojas de parra (un poco secas) las sirven para acompañar el jocoque preparado con un poco de aceite de oliva y una aceituna, con la acidez que lo caracteriza, el hummus (que puede llevar un poco de carne de cordero para imprimirle un sabor más fuerte) el baba ganoush, el falafel, taboule o la mussaka.

Para finalizar la casa sirve vasitos de té árabe, recomendable con el postre Noche Libanesa (la versión libanesa de la crème brulée) porque cae bien tras una comida especiada. Es una buena opción para los fines de semana, pues cuenta con un salón acondicionado para niños y servicio de nana. Para otras ocasiones, tienen tabaco de sabores, narguiles y una cómoda terraza para alargar una buena sobremesa.