Dar con Casa Licha la primera vez puede ser enrredoso pero, juramos por sus chalupitas con salsa verde, que vale la pena perderse. El lugar es sencillísimo, atendido por la mismísima Doña Licha y su familia. Es una casa sesentera, pintada con colores claros y decorada con máscaras de jaguar.

Es tan bueno y popular que se dan el lujo de trabajar solamente los fines de semana. La espera es recompensada con uno de los mejores pozoles de la ciudad. Aquí lo despachan blanco, verde o rojo y hasta con calabaza. El verde lleva un poco de pipían y hoja de aguacate que no solo le dan color sino un sabor inconfundible.

Lo mejor, son las porciones: plato sopero para los de boca chiquita, chico (una olla de barro que equivale al grande en muchos otros lugares) y grande (un platón de barro para llenar un tanque). Ideales para llegar a curarse la cruda cualquier domingo.

Si lo prefieres, el mole, el salpicón, la barbacoa y el mixiote son tan buenos y caseros como el pozole. Para terminar el llamado bien me sabes, un postre de coco típico en las bodas de Guerrero.