Tras casi 50 años, siguen ofreciendo estupendos tacos de costilla y la mejor salsa roja de la zona.

Este modesto sitio inició originalmente por ahí de 1960, en la esquina de Michoacán y Tamaulipas. Pero cuando vino el boom restaurantero de la Condesa (particularmente la remodelación del Malafama) salieron expulsados a su nueva ubicación en al calle de Nuevo león, entre Vicente Suárez y Michoacán. Diferente ubicación, local más pequeño, pero misma calidad.


Es cierto que la calidad de las carnitas de La Michoacana es buena en todas sus variantes, pero los tacos de costilla son espectaculares. Dicen que la mejor carne es la pegada al hueso y ésta es la confirmación. Las tortillas quedan tostaditas, dándole también un sabor particular. Es obligatorio el taco de cuero con maciza: el primero se deshace en la boca y causa tal adicción que puedes salir corriendo de donde estés sólo para pedir un par con todo.

Los comensales frecuentes aseguran que el ritual de La Michoacana consiste en pedir cinco para abrir boca: dos de maciza con cuero, dos de costilla y uno surtido (o de hígado, si eres más rifado); exprimirles dos limones y bañarlos con la excepcional salsa, que es el secreto mejor guardado de la calle Michoacán.

A partir de ahí los que te quepan, porque tienen un tamaño tan singular que puedes devorar cantidades industriales. Su precio de cinco pesos no sólo lo permite, sino lo propicia.

La salsa (roja y solo roja) parece que tiene polvos mágicos. Su sabor es tan peculiar que no se parece al de ninguna otra: algo ácido, pero nada exagerado y picosa, pero nada incomible. Es una leyenda entre todos los amantes de los tacos y los eternos crudos de la zona. Es probable que el éxito de este pequeño, pero eterno local, sea justamente su deliciosa salsa.