Si te gusta o no te gusta el té, no importa, el lugar mismo merece una visita. Por el ambiente, por el estilo… y por Pierre, un francés de español perfecto que sabe, conoce y se apasiona por atenderte. Un anfitrión de lujo que abre las puertas de su casa, cuenta anécdotas y se remonta a países lejanos.


Caravanseraï es como entrar a la sala de la casa de tu abuela, una casa llena de recuerdos de otras regiones del planeta, un mundo en la ciudad, dividido en tres espacios: la tienda, para comprar todo lo que se necesita, desde la tetera para iniciarse a $340 hasta la antigüedad de $3,500.

Hay infusores, libros, revistas y por supuesto, té a granel; en bolsitas especiales, herméticas y oscuras que por $40 te ofrecen 50 gr de hojas llegadas de muy lejos y en exclusiva. Ya bien lo dijo un pequeño comensal: “qué linda es tu casa, Pierre, hasta parece tienda”. Le sigue la sala de estilo oriental, sobria pero no seria; es el lugar perfecto para trabajar, conversar o jugar.

Aquí, mesitas, sillones, un escritorio, un té negro puro de origen te ayudan en el proceso de la conversación. Y tras el telón se descubre la sala del placer, la de grandes sofás donde uno sólo puede, y debe, quitarse los zapatos, subir los pies, relajarse y olvidar el mundo gracias a las hojas de té trituradas con aroma de manzana, soñar poesía con las de caramelo y frutas rojas, hacer un viaje inmóvil gracias a las de vainilla, bergamota y jazmín, viajar a África con las de coco y caramelo, saborear el verdadero té de menta o meditar con un cencha de aroma a mango.

Y si con eso no terminas en la cama del centro en un viaje sensorial, es que no has entendido nada del té en su ejercicio más puro de hedonismo. Por ahí, como en toda casa que se respete, está la mascota, un gatito negro llegado, como todos, más por curiosidad que por gusto, pero que al descubrir un nuevo mundo, decidió no volver a salir.