Si un lugar vio la Revolución Mexicana, la promulgación de la Constitución, los juegos Olímpicos del 68 y muchísimos eventos más, definitivamente merece ser visitado. Por eso no hay ninguna como La Blanca. Este establecimiento se fundó en 1915 y lleva más de 100 años ofreciendo su comida típica, convirtiéndose en una deliciosa tradición.

Ya sea que vengas a desayunar o a comer, siempre encontrarás platillos populares, ricos y bien servidos. La oferta de comida es la misma en la mañana y en la tarde. Para el desayuno te recomendamos la machaca con huevo, acompañada de tortillas y frijoles; o el omelette nopalli –relleno de queso fresco y trozos de nopal–. Los clásicos chilaquiles o los sabrosos molletes, para iniciar al cien el día. Remata ese nutritivo desayuno con el favorito café con leche.

A la hora de la comida la cosa se pone buena. Empieza con una sopa de fideos, o un consomé de pollo. Y para el plato fuerte puedes escoger entre antojitos, carnes, pescados y aves. Los tamales son de lo más pedido, al igual que la costilla de res con sus diversos acompañamientos. No te pierdas las enchiladas suizas gratinadas. Acompaña estos sagrados alimentos con alguna de sus distintas bebidas, pulgares arriba para el granizado de mora azul y la soda italiana de cereza.

Este lugar parece congelado en el tiempo, con mesas antiguas y decoración sobria, se respira un aire centenario pero no por eso poco acogedor. Si vas solo, hazle compañía a alguien más y siéntate en la barra, igual y hasta ligas. No te preocupes si no vas de inmediato, seguro tienes otro siglo para conocer La Blanca.