En Belfiore te reciben con toda una coreografía: la hostess te da la bienvenida y te dirige a la mesa, el capitán se presenta, seguido del sommelier y los meseros y al final uno de ellos hace una mini interpretación del lago de los cisnes (esta última parte no es necesariamente cierta pero quién sabe, no pierdes nada preguntando). Una vez que estás en tu mesa, llega el pan con tapenade, un dip de aceitunas negras con anchoas y aceite de oliva.

El restaurante es pequeño, pero no por ello menos atractivo, sino todo lo contrario. Esto lo hace más íntimo. El ambiente es elegante, las luces suaves y la música tiene un volumen bajo, así que evita pelearte con tu pareja aquí. Bueno, evita pelearte con tu pareja en cualquier lado, es muy incómodo siempre.

No te asustes cuando te des cuenta de que en este lugar llaman a los ingredientes de las pizzas por sus nombres en italiano, siempre puedes pedir la ayuda de alguien del personal. Te darás cuenta que en Belfiore el pan es más delgado (malditoooo, ¿cuál será su dieta?) y el queso-crema que ellos llaman burrata se derrita de manera deliciosa.

Ya que hablamos de las pizzas, déjanos recomendarte la Margherita (adivinaste, así le dicen a la margarita), la Zuccini e Brie (calabaza, queso brie y parmesano) o la Rucola…no intentes pedirle una canción, es más bien una pizza de jamón de pavo, arúgula y champiñones. La comida puedes terminarla con el excelente Café Diemme y alguno de sus maravillosos postres.