Trío, mariachi, banda; el pajarito de la suerte, juegos, globos. Fotógrafos ofreciendo sus servicios. Un escenario por aquí, otro por allá. Banquetes, terrazas. Mucha familia. ¡Mucho tequila! Famosos y no tan famosos. Festejos del día de la madre, del día del padre, del abuelo, del primo. Comidas de dentistas, de taxistas, de oficinistas. Ambiente mexicano cien por ciento, sumamente distendido. En cada esquina se festeja algo y en los fines de semana está lleno a reventar.

En Arroyo el ambiente es fundamental. Si quieres comer, beber, cantar y divertirte en grande con tus amigos. Éste es un muy buen lugar. Puedes empezar con unos tlacoyos (la orden es de tres) rellenos de frijoles, bañados en salsa verde y aderezados con cilantro, queso y crema. La verdad están ricos: la tortilla es fresca y la salsa está en su punto, pero no hay gran diferencia con los de la señora de la esquina. Si pides un guacamole verás que su sabor tampoco es algo extraordinario, a pesar de estar bien servido. Incluso puede parecerte un poco desabrido, como si no estuviera bien condimentado. Las porciones son realmente pequeñas comparadas con su precio. Con todo esto, tal vez te estés preguntando por qué, entonces, es tan célebre este lugar.

Como plato principal puedes pedir alguna de las especialidades: barbacoa, cabeza de cordero o mole. Según la carta, éstas son las mejores opciones, habrá que creerles. La mala opinión se revierte con el pollo con mole, hecho con una receta familiar que sí tiene muy buen sabor. Puedes pedir muslo, pechuga o pierna. El exquisito sabor de las especias, que son molidas en el metate, el cacao y los diferentes chiles, acompañan perfectamente a la carne, que, al momento de servirla, está tierna y en su punto.

Sangritas, tequilas y tragos de todo tipo van y vienen por las mesas. El pay de manzana no sabe bien y hasta parece un poco viejo. De postre mejor prueba un flan, que está fresco y tiene buen sabor, a pesar de ser bastante común, a fin de cuentas volverás pronto, porque sabes que en este clásico lugar de imponentes salones, lo más valioso son: el encuentro y el brindis.