La entrada a este restaurante está oculta entre las casas y comercios de la avenida Sonora, una zona en la que suele haber mucho tráfico. Por eso, al entrar parece que te hubieras transportado a otro lugar, en donde reina la calma. A un costado, encontrarás una pared de plantas, además de una chimenea para los días fríos en un extremo del establecimiento. En el piso de arriba está Leonardo, el cocktail bar que complementa la experiencia.

El lugar cuenta con pocas mesas, por lo que puede convertirse en un espacio íntimo para pasar con tus amigos o con tu pareja. Eso sí, en fin de semana no esperes mucho silencio, ya que inevitablemente estarás acompañado del bullicio proveniente de Leonardo.

En cuanto a su comida, te vas a encontrar con varias sorpresas desde que te reciben. Y es que, aunque hay varios platillos que combinan la cocina mexicana con el cerdo e influencias contemporáneas, reservan una parte importante de su menú a la comida del mar. Por eso es probable que el chef te mande una entrada inspirada en la pesca del día que no encontrarás en el menú. Disfrútala y cómela con calma, porque la preparación de los alimentos es un tanto lenta, lo cual es entendible por el cuidado que ponen en ello.

Para mí, la mejor entrada es el mouse de papa con chorizo, que sirven en un “vasito” comestible. En cuanto a platos fuertes, la estrella es la chuleta de cerdo nagano con puré de camote. El pork belly queda a deber, ya que la porción es muy gruesa y francamente no goza de mucho sabor. En cuanto a frutos del mar, uno de los platillos con mayor demanda es el pulpo a las brasas, que llega servido en una cama de puré bastante digna. Si vas con espíritu aventurero, pide la pesca de Aida, elaborada por el chef con lo que haya recibido ese día de Ensenada.

Para maridar, pide uno de sus gins, elaborados con el toque de Leonardo: una Ginebra Tanqueray premium con toques cítricos que disfrazan el sabor del alcohol. Ojo: aunque en Aida tienen muy buena selección de cocteles y gins, la carta fuerte en cuanto a mixología está en Leonardo.

De postre pide los buñuelos o las morelianas, que son más ligeras. De éstas, el toque especial es la crema de amaretto que las acompaña.

Además de que la comida es muy buena, su ambientación, su servicio y sus cocteles complementarán la experiencia que te harán volver una y más veces. Otra ventaja: si después de comer, quieres seguirla sin ir muy lejos, sólo tienes que subir a Leonardo y relajarte en uno de sus sofás.