Don Luis González Obregón nos relata como los lugares de "Los sagrados alimentos" (detrás de su mochilonguería, se refería a los
restaurantes que entonces se les conocía como fondas o almuercerías) los que siempre se
encontraban hasta el gorro y donde se servían platillos usuales de la época, como
arroz a la valenciana, huevos estrellados, puchero, asado de pollo, chiles
rellenos y mole de guajolote.
Si nos damos cuenta, este menú es distinto a
lo que se serviría en una fonda actualmente, pues la comida estaba mucho más
españolizada.
Cerca de estas fondas siempre se encontraban las "agualojeras" o
"chieras" (osease, chinas poblanas que vendían aguas frescas, en ese tiempo aún no existían
los chescos y las coronitas). Estas chicas se encargaaban de un negocio que no era fácil: para mantener el
agua fresca –y que resultara atractiva para los compradores– traían bloques de
hielo desde el Popocatépetl.
Fuera de la heroica Puebla también se veía este
folclore culinario; en el D.F., que en ese entonces todavía estaba lleno de
canales, había aguadoras y/o traficantes de pulque curado en sus
trajineras cubiertas de flores.