No se puede llamar Chilango aquel que no ha ido en épocas decembrinas a la Alameda Central, ¡es lo más divertido de la Navidad! Lleno de luces, colores y olores; desde mi llegada sentí emoción, cual niña chiquita. Por ridículo que suene, grité de felicidad. Hace mucho no estaba en una feria “como de pueblito” tan completa: juegos mecánicos, destreza y azar, comida, gente con la cara pintada de mariposa y, sobre todo, mucha felicidad.

Mi primera parada fue el carrusel, un monumental artefacto digno de museo. Después, como toda la gente, fui atacando los puestos de comida; es increíble lo que se puede comer estando contento. Hay desde pizza, plátanos fritos, esquites hasta el típico pan de nuez.

Los juegos mecánicos también son parte de la diversión. Aunque no lo crean, hasta un martillo gigante está instalado en plena Alameda.

Como todos los “turistas nacionales”, quienes estábamos ahí no paramos de tomar fotos con el celular.

Los que traían ganas de ponerse borrachines no se limitaron, ya que hay puestos con bebidas alcohólicas que recomiendan tragos para “ellas” y “ellos”. Los de “ellos” vienen en vaso con forma de pompis :b

Al final, no podía irme sin mi foto con Santa, así que busqué el escenario más bizarro y, como el resto de los que también se fotografiaban, sonreí abrazando al Santa falso. Por $50 pesitos salimos con foto impresa en calendario de Toy Story 2012.

Si tienen ganas de un paseo muy típico y folklórico, vayan con sus amigos o familia. Saldrán felices de no haberse perdido algo tan mexicano y bonito. “La tradición es la tradición”.