Dice la Ley de Murphy que no importa qué fila escojas en el supermercado o en periférico: siempre te va a tocar la más lenta. También hay una leyenda urbana chilanga que dice que si dos personas se colocan en un lugar (no importa cual, puede ser en medio de la banqueta) siempre habrá gente que se ponga detrás para seguir haciendo la fila.

Hay filas eternas y características en la Ciudad de México ¿Qué me dices de esa fila en el banco los días de quincena? ¿O la eterna fila en la taquilla del Metro? Hacer cola merece un estudio psicológico y antropológico serio y en Chilango estamos para atender estos temas que nos atañen a todos:

1. ¿Estoy en la fila correcta?

Llega uno a la tesorería y hay una fila para pagar en las cajas, otra en informes y otra que se enrosca en espiral sobre sí misma. ¿Cuál escoger? imposible de saber: tienes el 33 por ciento de probabilidades de formarte en la fila correcta o gastar 40 minutos en la mala. Te aventuras a saltarte a todos y preguntarle a la chica de la entrada qué hacer. Error: todos los que están esperando te gritan “¡A la cola, a la cola!” y te formas con la duda en el cerebro ¿lo estarás haciendo bien?

Lo mismo pasa en Hacienda: nunca sabes si estás esperando turno o si es la fila para los que tienen cita. Hay lugares que están dispuestos para el caos: sacar un acta de nacimiento o ir a la cita del pasaporte se convierte en un asunto que ni Jack Bauer sabe.

2. ¡Por el poder del convertidor catalítico!

Tienes 60 días para ir a verificar tu auto, pero siempre lo dejas para la última semana. Vas al verificentro de confianza y das las gracias al cielo porque que no hay nadie: te clavas directo, pero el tipo de la entrada te dice “no señor, hay fila” Volteas y ves que un montón de autos estacionados esperan entrar.

Tienes dos opciones: esperar tu turno adentro de tu auto, arrancándolo y apagándolo cada cinco minutos o buscar otro verificentro. Optas por la primera opción y pasas dos horas bajo el sol inclemente, con el brazo izquierdo recargado en la ventanilla hasta que se te pone de taxista, es decir, color chocolate. Cuando por fin llegas, la fila se divide en cinco y tienes que esperar un rato más. Piensas: “dentro de seis meses lo hago con tiempo” pero en el fondo sabes que vas a pasar por lo mismo.

3. ¡Que llevo prisa!

Siempre que lleves prisa, habrá alguien que se tarde de más en la fila: cuando vas a pagar el boleto de estacionamiento, habrá alguien que apenas junte sus monedas. Cuando estés esperando en la pluma para salir, habrá alguien que no selló su boleto. Cuando estés a punto de llegar a la caja del banco, el tipo de adelante hará diez trámites diferentes. Y peor: cuando quieras sacar dinero del cajero, habrá una dulce ancianita que saque y meta su tarjeta diez veces y que no permita que nadie la ayude.

4. ¡Gandallismo!

Estás en la fila del súper y sospechosamente la señora que está enfrente de ti no lleva más que un artículo. Cuando estás a punto de llegar, su esposo aparece de la nada -como si se abrieran las puertas del inframundo- con un carrito retacado de cosas. El otro caso es el de la pareja que lleva un carrito lleno de cosas en la fila rápida donde solo aceptan diez artículos: cuando les reclamas dicen “diez yo, diez mi esposa y diez mi bebé”. El peor gandalla es cuando estás formado en tu auto esperando incorporarte a la lateral y llega un micro echando lámina para meterse. Hay un lugar en el infierno para ellos.

5. Por más que lo intentes, la fila avanzará a su ritmo

Los días de quincena, los bancos se llenan de godínez queriendo cambiar sus cheques. Si por casualidad caes ahí debes de saber que no puedes hacer nada para salir más rápido: no seas de los que van empujando al de enfrente para que avance. No asomes la cabeza a un lado de la fila, para ver si ya está caminando. No seas de esos que le avisan al de adelante “la caja dos, la caja dos está desocupadaaa”. Serenidad y paciencia: llévate tu revista Chilango para pasar el rato ;).

Y tú ¿qué es lo que más odias de hacer fila?