Golpear cosas

Sí, es para desahogarse, y es perfectamente comprensible. Pero, ¿quién es más fuerte: la pared o nuestro puño? Basta con hacer el experimento una vez para darse cuenta de que nuestra ira y nuestra fuerza no son lo suficientemente grandes ni temibles como para derrumbar paredes. Ah, porque eso sí, a pesar de nuestra debilidad, no somos capaces de pensar en golpear cosas fáciles como almohadas, o algo así… No… Siempre tenemos que ir por paredes, puertas y cualquier cosa similar que nos hará lamentarlo al minuto siguiente.

Romper cosas

A veces necesitamos descargar nuestra ira en algo, lo que sea. Entonces, ¿por qué no? lo hacemos rompiendo vasos, espejos, papeles y toda clase de objetos rompibles que encontremos en el camino. Pateas, pisoteas, y deshaces absolutamente todo, y cuando por fin logras deshacerte detu enojo -por lo menos por un rato- te preguntas: ¿dónde demonios quedó el jarrón chino de la abuela? Miras hacia abajo, y tu respuesta está tirada en el piso, hecha pedacitos. Te quieres morir.

Hablar con líneas telenoveleras

Esto se le da en especial a las mujeres, aunque a decir verdad hay hombres que no se quedan atrás. Al estar enojados nuestra mente recuerda esas telenovelas que dizque nunca en la vida hemos visto, y decimos una sarta de frases “profundas y llenas de odio”. Y todo con tal de que nuestro enojo tenga un toque más dramático (según). Sólo nos falta la musiquita maligna de fondo para montar un numerito digno de Televisa.

Rechazar lo que queríamos

Muchas veces, nuestro enojo logra conmover -o desesperar- a los demás, al grado de que logramos salirnos con la nuestra. ¿Nada mal, no? Parecería que sí, pero muchas veces nuestra respuesta es un indignado “pues ya no quiero nada”. Y en un abrir y cerrar de boca desechamos la cosa o la razón por la que estábamos peleando en primer lugar. Nuestro orgullo nos lleva a hacer esta clase de tonterías muy seguido.

Sacar nuestros enojos reprimidos

Si originalmente nos enojamos porque, no sé, alguien llegó tarde a una cita, empieza el pleito… Y con tal de hacer sentir mal a nuestro impuntual compañero, buscamos razones para sacar a relucir todas las cosas que ha hecho mal: su frecuente impuntualidad, su indiferencia, su desagradable olor… en fin, de un problemita hacemos todo un conflicto y olvidamos cuál era la verdadera razón de nuestro enojo.

Creer que somos invencibles

No sé por qué o de dónde nos llega la idea de que vamos a ser capaces de pelear contra aquel gigantón que nos dobla el tamaño y que se ve que se la pasa en el gimnasio mucho más tiempo que nosotros. Cuando nos enojamos se nubla tanto nuestro sentido común que pensamos que podemos ganarle hasta al más rudo. Como si el nivel de enojo fuera proporcional al grado de fuerza y rudeza con la que peleamos. Ja.