Esperamos la quincena con tanta emoción que cuando llega lo primero que hacemos es correr al cajero, a comer o a echar reven; el problema de tanta emoción es que, al igual que tú, hay 10 millones de personas más que reciben su chequecito y querrán derrochar un poco de lana y pasarla bien.

La consecuencia de todo esto es una ciudad desquiciada que todos los días 15 parece romería.

Analicemos lo que odiamos de los viernes de quincena:

1- El tráfico

Es imposible hacer menos de 40 minutos a donde sea, así sea a la esquina. Todas las vías y atajos están llenas, el sol a todo lo que da y no hay manera de ser puntual.

2- El derroche de dinero

La emoción de tener un dinerito al fin hace que gastemos de más. El problema es la siguiente semana que tenemos 100 pesos en la bolsa para sobrevivir media quincena.

3- Las filas del banco

Si tienes que hacer algún depósito o un trámite bancario tendrás que tener mucha paciencia. La quincena desquicia los bancos. Y es que aún existen empresas que pagan con cheque en vez de hacer una transferencia a la tarjeta y agilizar el proceso.

4- Todos los lugares están llenos

Si tienes ganas de ir al cine, a un bar u algún otro lado tendrás que hacer reservación tiempo antes. El día de la quincena todo está hasta el gorro. Lo peor es ir al lugar, hacer 3 horas de camino y que cuando llegues te digan: “no hay cupo”.

5- El cine parece el metro en hora pico

Es como si el cine fuera la única cosa que hacer. No hay funciones disponibles, hay que hacer fila para comprar, fila para entrar a la sala, fila para las palomitas. Todo lleno de personas que caminan lento y estorban en medio del pasillo, la clásica familia que va hasta con el perico y los niños ruidosos que no se saben comportar. Mejor no salir de casa y ver La india María en el canal 5.

6- El servicio en los restaurantes es lento

Sales de la oficina corriendo como un loco para disfrutar de una buena comida sin escatimar dinero. El problema es que tu hambre feroz no aguanta la lentitud que el restaurante tiene por estar lleno. Todo lo sirven mal y con raciones más pobres (no generalizamos, pero suele suceder). Sales enojado, gastado y con más hambre.

7- Hay cola hasta en el motel

Tener la cartera bien llena estimula otras zonas en las que no entraremos en detalles… pero sabes a qué nos referimos. Cuando hay lana echar patín en un hotel se antoja y llegar a la puerta y que te digan que está lleno es una patada en los… Ni modo a buscar un lugar más “original”.

8- Saber que el dinero se irá en pagos

No hay nada más triste en los viernes de quincena que saber que la lana que tienes no te pertenece y que no la podrás gastar en lo que quieras. Tienes mil pagos pendientes y esa es tu prioridad. Así que la ilusión desaparece y te llenas de amargura en cuestión segundos, sobre todo cuando te invitan a planes padrísimos y tienes que decir: “no, no tengo lana”.

9- Los centros comerciales son una pesadilla

Las filas para pagar y para probarte ropa se vuelven una pesadilla si a eso le sumamos la pésima que ponen en las tiendas. ¿A quién se le ocurre poner trance o heavy metal?, la gente necesita paz para poder aguantar la hora de fila. Lo más molesto es cuando no hay algo que te encanto en tu talla porque alguien más ya se lo llevó.

10- Tener planes ya hechos y no poder ir a donde realmente quieres

Se te ocurrió confirmarle a tu tía abuela que sí ibas a la comida familiar. Olvidaste por completo que era quincena y que se te antojaría ir a enfiestar ahora que tienes lana. Así que tu plan se trunca por culpa de tu descuido y terminas en una reunión familiar bizarra (eso sí, con la cartera llena).