Para entender por qué se inunda la Ciudad de México, hay que saber que se disoció de sus ríos y lagos en el mismo momento en que los conquistadores españoles la ocuparon.

A fin de que sus bergantines de asedio navegaran libres contra el paganismo azteca, Cortés y sus hombres destruyeron la gran albarrada de Nezahualcóyotl. Se trataba de un muro de madera y piedra que disgregaba los lagos de Xaltocan y Texcoco. Su propósito era evitar las inundaciones en Tenochtitlan y separar el agua dulce de la salada. Los conquistadores también destruyeron el acueducto de Chapultepec, construido por el emperador Moctezuma I para abastecer de agua potable a la capital del imperio.

Décadas después, con las calles anegadas, las autoridades coloniales se dieron cuenta de su error y volvieron a construir las albarradas mexicas. Ya era tarde. Si bien las inundaciones no habían sido una excepción para la ciudad prehispánica, la torpeza ibérica en tierras desconocidas fragmentó el fino equilibrio que los locales habían negociado con sus lagos y ríos.

Destrucciones de edificios, cosechas y pérdidas económicas. El desbordamiento de los lagos acarreaba consecuencias. Desesperado, el virrey Luis de Velasco II ofreció recompensas a cambio de soluciones para mantener el agua a raya. Se consideraron varias propuestas. La junta de gobierno eligió, el 23 de octubre de 1607, la opción que marcaría la relación entre el agua y la Ciudad de México hasta la fecha: drenar el agua fuera del valle. Ese día se decretó la guerra de esta ciudad contra sus corrientes de agua… ¿ya ves por qué se inunda la Ciudad de México?

Se ordenó la construcción del Tajo de Nochistongo: una arteria excavada entre las montañas para a vaciar el complejo lacustre desde su cabecera norte, la Laguna de Zumpango. El agua se drenaría hacia el río Tula, que luego comunicaría con la cuenca del Pánuco para finalmente verter la amenaza de inundación en el Golfo de México.

El hombre contra la geología

La empresa se antojaba colosal. Los lagos que dejaron boquiabiertos a los cronistas españoles se habían formado 600 mil años atrás. Un cartógrafo alemán devenido en geógrafo, Enrico Martínez, fue elegido para vencer a la naturaleza y extirpar el agua con acupuntura de montañas y ríos. El sitio para abrir el Tajo al valle estaba cerca de Huehuetoca y de un pueblo que le legó el hombre: Nochistongo.

Martínez y la Nueva España pronto descubrieron que no sería fácil conquistar a la naturaleza tempestuosa de este altiplano tropical. Las lluvias, como morteros, continuamente derrumbaban los canales abovedados que expulsarían el agua, lo que generó la exasperación de la colonia. En 1623, para salir de las dudas ante la obra de Martínez, el virrey Diego Carrillo Mendoza ordenó cerrar el Tajo y tomar

nota de lo que sucedía. Infausta decisión.

Imagen: Taller de Arquitectura X

Lo que resultó fue una inundación que no cedió en seis años. En la crispación de la emergencia, Carrillo ordenó cambiar la ciudad de sitio, pero la población se sublevó y atacó el palacio. El virrey tuvo que huir.

¿Y por qué se inunda la Ciudad de México?

Enrico Martínez continuó con las obras de reforzamiento del Tajo pero, de nuevo cercado por las lluvias, lo volvió a cerrar en 1629 temeroso de que el caudal destruyera su costoso trabajo. Otro round perdido contra las lluvias. En los años posteriores unas 30,000 personas murieron ahogadas, sepultadas o por hambre. Se padeció peste, derrumbes y se interrumpió el comercio en la ciudad más importante de la corona española en América. En la esquina de Motolinía y Madero, en el Centro Histórico, aún se exhibe un mascarón de un león, que marca el punto que alcanzó el agua en la gran inundación, que inició el día de San Mateo.

Declarado culpable del desastre, Enrico Martínez recibió una condena de prisión, pero las autoridades virreinales lo dejaron en libertad para poder terminar la obra. Su orden fue clara: “Encarcelar” el río Cuautitlán, el causante de las inundaciones. El Tajo de Nochistongo, 182 años, incontables muertes y ríos de dinero después, fue entregado en 1789. Pero no pasó mucho antes de que se descubriera inútil, ya que su drenado se limitaba al cuerpo norte de la ciudad, mientras que las inundaciones seguían ocurriendo desde otros puntos, como el Lago de Chalco en el sureste.

¡Y aún así hay quien se sigue preguntando por qué se inunda la Ciudad de México!

El error de las soluciones modernas

Las intensas lluvias siguen haciendo de las suyas en CDMX.

En siglos sucesivos vendrían otras obras monumentales diseñadas para apuntalar la misma estrategia desecatoria: el Gran Canal del Desagüe (1900), el Drenaje Profundo o Túnel Emisor Central (1975) y el Túnel Emisor Oriente (aún en construcción).

Foto: Túnel Emisor Oriente

Como prueba de que la naturaleza espera paciente para reír al último y de que las razones de por qué se inunda la Ciudad no han sido entendidas, estas obras faraónicas han fallado con lentitud tortuosa. El Gran Canal del Desagüe y el Emisor Central, por ejemplo, perdieron capacidad de desfogue debido a que, por la extracción de agua del subsuelo, se han hundido (al igual que toda la ciudad), reduciendo la pendiente necesaria para expulsar el agua fuera de la cuenca.

Por otra parte, la deforestación masiva y el uso indiscriminado de concreto y asfalto ha acelerado el correr de las aguas. Así llegamos al siglo XXI con las lluvias convertidas como nunca en una espada de Damocles.

La última gran ofensiva en la guerra contra el agua, el Túnel Emisor Oriente (TEO, le dicen sus ingenieros con cariño), inició su construcción en 2008. La promesa era librarnos de inundaciones en 2012 pero su inauguración ha ido postergándose. En 2014 se anunció que la obra estaría lista en 2018, con un costo final de 23,394 millones pesos, lo que equivale a tres veces la inversión inicial estimada, según la Comisión Nacional del Agua. El TEO estará complementado con una megaplanta de tratamiento de aguas residuales (también en construcción) en Atotonilco, Hidalgo, donde verterá las aguas para su tratamiento.

¿Ahora sí ya sabes por qué se inunda la Ciudad de México?