El Metrobús se ha convertido sin duda en uno de los transportes más utilizados por los chilangos. Sus distintas líneas comunican los aires guajoloteros de Indios Verdes con el provinciano ambiente de El Caminero y las ondas vintage de la Narvarte con el tufo pulquero de Tenayuca.

Más caro que el Metro (no por mucho), ofrece un servicio que, sin ser de calidad extrema, resulta cumplidor, o al menos, más decente que aquel que brindaban los micros y las combis en arterias viales de gran importancia.

No obstante, así como en el Metro, camiones, trolebuses y el tren ligero, en esta joya clasemediera del transporte urbano se cuecen habas (¡no te las acabas!) y pueden ocurrir “pequeños accidentes” que probablemente hagan de tu camino algo insoportable, o de a tiro, una pesadilla cruel. He aquí algunos de ellos:

Cuando no tienes crédito en tu tarjeta…

Llegas a la maquinita expendedora de tarjetas y no sabes ni por dónde se le echan las monedas; no le entiendes nada y la fila va creciendo a tus espaldas, hasta que por fin logras, según tú, cargar saldo.

Entonces, llegas al torniquete y ¡nel!, ¡no pasa! Volteas la vista hacia la maquinita y sigue ahí la cola enorme, esperando a que aprietes no se qué botoncito que se te olvidó apachurrar. Obvio, te enteras por el poli que, bien encanijado, va por ti para que termines la operación.

Al entrar…

Entrando al vehículo, te ubicas estratégicamente junto al tubo detrás de la puerta (como si fueras en el Metro), para estar a salvo de la zacapela que se lleva a cabo por subir o bajar en cada estación. Sin embargo, cuando se abren las puertas: ¡tras!, ahí quedaste totalmente aplastado, con los órganos mullidos y sin poder recuperar el habla.

Cuanto tomas el equivocado…

Te alegras de ver la llegada de un Metrobús vacío a la estación; te sientas muy confiado y dispuesto a aprovechar el viaje para echarte una siesta, pensando que es tu día de suerte. De pronto y sin que lo esperes, te bajan a medio camino porque “éste nomás llega hasta aquí: la Glorieta de Insurgentes”. Y tú que pensabas dormirte hasta Doctor Gálvez... ¡Chale!

Cuando te caes (y no de hambre)…

Intentas abordar el Metrobús, pero no cuentas los 15 centímetros que hay entre el andén y el transporte en movimiento, por lo que se te atora ahí la pata: das el marranazo y, por si fuera poco, la gente pasa sobre ti. Lo peor: ya que todos se metieron y las puertas no pueden cerrar porque tu costal de tripas y huesos estorban, te echan pa’ fuera y se va tu oportunidad de llegar temprano a la chamba.

Cuando te brinca una “rata”…

“Dicen que en el Metrobús no asaltan, que es muy seguro”, ajá, tú, ¡cómo no! Uno de los peores contratiempos que puedes vivir en este medio de transporte es cuando alguien se te repega por detrás como si hubiera mucha confiancita; primero, piensas que se trata de un sabroso y nada despreciable arrimón, pero no: alguien te dice al oído que le des el celular y la cartera, porque si no, te la deja ir. Y sólo diosito santo sabe qué te dejarán ir, pues sólo sientes un filo puntiagudo que puede ser desde un filetero o picahielo, hasta una pluma sin tapón.

Cuando llevas prisa…

Siete de la mañana: ya se te hizo tarde pa’ la chamba. Ya pasaron dos metrobuses y no es sino hasta el tercero que, con muchos trabajos y pujanzas, te logras meter en él. Satisfecho de tu depurada técnica de codazo y empujón, suspiras con alivio. Cuando de repente, el transporte da vuelta donde no debía de hacerlo: descubres con horror que no es la ruta que tenías que tomar. Parafraseando a Darth Vader: ¡¡¡Noooooo!!!

Cuando te mueven el piso…

Para evitar los altercados en la puerta, decides arrimarte hacia el pasillo, pero como éste se encuentra atiborrado de señoras gordas y dones apestosos, te vas más para allá, ahí donde se unen los dos camiones, en la mera articulación. ¡Y no más!, resulta que sientes más vértigo que en la montaña rusa, pues, con todo y que te pepenas bien del tubo, te meneas de aquí para allá, hasta que de plano azota la res y, lógico, las burlas no se hacen esperar.

En fin, éstos son algunos accidentes que pueden ocurrir en el Metrobús. Y a ti, ¿cuáles te han pasado?

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