Había que evitar las cámaras a toda costa. En medio de las consignas y los festejos –¡Aquí está la resistencia trans! ¡Aquí está la resistencia trans!—, Alehlí tuvo que buscar una manera de huir. Era la 1:00 de la tarde un martes de julio de 2017. En el número 19 de avenida Arcos de Belén, la dirección general del Registro Civil entregaba afuera de sus instalaciones 235 actas de nacimiento a personas transexuales y transgénero. Entre esas decenas de actas estaba la de una niña de seis años: Sophia. Ella era la razón de las porras, de los periodistas, de las cámaras. Porque Sophia no es la primera niña en cambiar su género en el acta de nacimiento, pero su caso sí representó un parteaguas en el tema de los niños transgénero en la ciudad y en el país.

«Fue muy intenso —recuerda hoy Alehlí Ordóñez, abogada de Sophia–. Cuando aparecieron las cámaras tuvimos que huir. La desaparecimos, para cuidar su identidad. No queríamos exponerla a los medios».

Meses después, Alehlí viste de negro, lleva el cabello recogido en una coleta y el rostro sin maquillaje. Estamos en la oficina de su asociación civil –LEDESER–, especializada en representar víctimas de discriminación por orientación sexual o identidad de género y en cabildear reformas que garanticen la inclusión o en cualquier caso que involucre la defensa por los derechos LGBT+.

Sobre la mesa de su oficina aún descansan las dos carpetas del “caso Sophia”. Ahí, entre las hojas y los documentos membretados, hay un papel que no tiene ningún valor jurídico. Es una hoja azul celeste, en la cual se ve la foto de una niña de coletitas que golpea una piñata, junto con un breve recado rodeado de corazones: «Aleh muchas gracias por darme mi acta de nacimiento. Te quiero mucho. Sophia».

Sophia fue la primera de los niños transgénero representados por LEDESER para cambiar el nombre y el género de su acta de nacimiento sin tener que atravesar una larga, costosa y estigmatizante batalla jurídica. No es la única, hasta diciembre la asociación estudiaba cinco casos con las mismas características: adolescentes, niñas o niños transgénero de entre 5 y 15 años que no se identifican con su sexo biológico y quieren cambiar sus documentos oficiales, sin pasar por un juicio. Los casos comenzaron a surgir en 2016, pero Ale sabía con certeza que llegarían desde 2014.

«El 13 de noviembre de 2014 se permitió cambiar el género en el acta de nacimiento a través de un procedimiento administrativo, esto sustituyó el juicio de reasignación sexo-genérica. El desastre fue que no se incluyeron niños, niñas ni adolescentes. Los que conformábamos la colisión de T47 (una coordinación de organizaciones que empujaron la reforma) insistíamos en incluir menores, pero tuvimos que ceder. Igual sabíamos que aparecería un menor trans con un caso e íbamos a tener que litigarlo, porque no puedes tener un derecho tan fundamental, como el de identidad, restringido sólo a mayores de 18. Es absurdo», dice mientras le da una calada al cigarro. Cuenta que con su trabajo es imposible no fumar, en las oficinas todas lo hacen.

Niños transgénero: Luchar contra el tabú

Los niños transgénero en la CDMX no fueron incluidos en el marco legal. En la práctica, la ley reconoce el derecho a la identidad de género; sin embargo, modificar un acta de nacimiento sólo es posible si quien lo solicita es mayor de edad. El artículo 69 Ter del Reglamento del Registro Civil es determinante: «Para la autorización del acta de nacimiento, los interesados deberán comparecer personalmente en la Oficina Central y acreditar fehacientemente ser de nacionalidad mexicana, mayor de dieciocho años y habitante del (aún) Distrito Federal».

Es por eso que las abogadas de LEDESER tardaron 10 meses en conseguir un documento que a cualquier adulto le entregarían en un día. Desde octubre de 2015 hasta julio de 2017 se concretaron 1,923 cambios de identidad de género en la ciudad. Pero cuando se trata de menores de edad, el proceso puede volverse imposible.

¿Cómo explicarle al Registro Civil de la CDMX que el hecho de negarle a una niña el reconocimiento del nombre y el género con el cual se identifica es discriminación? La infancia trans es un tema que, en México y el mundo, está cercado por prejuicios. En todos los campos, incluido el legal, se asume que es la biología lo que nos norma: el cromosoma XX da como resultado a una niña y el XY, a un niño; hablar de niñas que sienten, piensan, hablan y se comportan como niños –y viceversa– es todavía un tabú.

De acuerdo con el artículo Sex Redefined, publicado en la revista Nature,«La idea de dos sexos es simplista: un hombre típico tiene cromosomas XY y una mujer, XX. Pero debido a variaciones genéticas o eventos circunstanciales en el desarrollo, muchos no se ajustan a ninguna de estas dos categorías (…). Se estima que una de cada 100 personas (no lo hace)».

«Para muchos, puede ser incluso inconcebible –explica la socióloga Ximena de Toro en el ensayo Niños y niñas transgéneros– (…), las personas transgéneros se dan cuenta de que su identidad de género no coincide con su sexo biológico generalmente en la primera infancia».

Un largo proceso

Desde octubre de 2015 hasta julio de 2017 se concretaron mil 923 cambios de identidad de género en la ciudad

Foto: Mariana Limón

El primer paso, entonces, es explicar a las autoridades que negar esta posibilidad a los niños transgénero es discriminación. Para ello se envió una pregunta por escrito al Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación (Copred): «¿Qué pasaría si una niña se presentara en el Registro Civil para pedir una nueva acta de nacimiento por identidad de género y se la negaran?». La respuesta tardó meses, pero fue crucial: negar este documento sería discriminación por imposición de género.

El segundo paso es evitar, a toda costa, la estigmatización y revictimización. Por eso, durante el proceso de Sophia, no intervinieron doctores que dictaminaran que Sophia era trans. En su lugar, tres especialistas en infancia, intersexualidad e identidad de género –Alba Pons, Eva Alcántara y Daniela Cruz– coincidieron en que la niña tenía que ser reconocida como tal para evitar todo tipo de violencia.

La revictimización fue una de las razones por las que las abogadas de Sophia decidieron no resolver el caso a través de un juicio de reasignación sexo-genérica. Estos juicios requieren evidencia médica (obtenerla es costosa) que compruebe que la persona no se identifica con su género, pero este diagnóstico refuerza el estigma de que una persona transgénero está «mentalmente enferma».

Se logró evadir el juicio, lo que siguió fue presionar durante meses al Registro Civil para conseguir que se expidiera el acta.

Obtener el documento era indispensable, según la organización Human Rights Campaign, que lucha por la defensa de los derechos LGTB+: «la falta generalizada de documentos de identidad precisos entre las personas transgénero puede impactar todos los aspectos de sus vidas porque (…), sin identificación no pueden acceder a muchos servicios (privados y públicos) que son esenciales para funcionar en la sociedad». En el caso de Sophia era todavía más grave, ya que algunas maestras la llamaban por su nombre masculino –a pesar de que la mamá había pedido que se respetara su identidad de género–, argumentando que era el que tenía en la lista escolar. Con esto, la violencia de imposición de género era diaria.

«Un día cualquiera, nos avisaron que nos iban a dar el acta», quien habla es Daniela Correa, otra de las abogadas que litigó el caso—. El 21 de julio llegamos al juzgado central a las 10:00 de la mañana con la familia de Sophia y se firmó.

Horas después, personal del Registro Civil llamó a Alehlí para avisarle que «el acta estaba cancelada, pues no cumplía con los requisitos, Sophía era menor de edad». En unos segundos regresaron a 2016; el trabajo de meses parecía venirse abajo.

Por eso, al día siguiente –22 de julio de 2017– Sophia, su familia y el equipo de LEDESER llegaron al Registro Civil. No iban solas, las acompañaba un grupo de activistas. Según les insinuaron, el Registro Civil les entregaría el acta, sí, pero al final del evento: junto al director del Registro Civil, frente a toda la prensa. Por eso, esa tarde, el objetivo era conseguir el documento y evitar la exposición mediática de la menor. Lo consiguieron, huyendo de las cámaras, con la adrenalina a tope.

El acta de Sophia fue histórica, pero no hace que el camino que falta por recorrer sea más sencillo. Las complicaciones legales para los adolescentes, niñas y niños transgénero continuarán, el equipo de LEDESER lo sabe y, mientras no exista una legislación adecuada, representará casos individuales para evitar que se discrimine, revictimice o estigmaticea estos menores.