Al grito de "los pinches mirones también son maricones", laMarcha del Orgullo Gay se abría paso. A los miles de participantes disfrazadosse sumaban cientos, acaso miles, de curiosos en las aceras. Como si se tratarade un desfile de los que se organizan en Navidad, era posible ver familiasenteras, principalmente sobre avenida Juárez, que esperaron pacientemente elpaso de la caravana, sin importar que hubo casi una hora de retraso conrespecto a lo que se planeaba originalmente.

El Sol caía a plomo al principio, aunque posteriormente lasnubes llegaron para aliviar el sofocante calor. La marcha era para celebrar ladiversidad, por eso sonaba a muchas marchas. En la vanguardia estaban losgrupos que gritaban consignas políticas, e incluso hubo uno que se identificabapor las playeras con el logotipo del Gobierno del DF. "No somos uno ni somoscien, prensa culera, cuéntanos bien" gritaba, irónicamente, un pequeñoconglomerado de unos 50 integrantes. Detrás de ellos comenzaron a desfilar losgays y las lesbianas -éstas muchas menos, por cierto- que parecían marchar porsu cuenta y sin otro compromiso que su desinteresada participación. Aislados ycon ostentosos vestuarios, muchos eran detenidos por las familias que lespedían posar para una foto, a lo que prácticamente todos aceptaban gustosos.Era un carnaval.

Varios metros atrás comenzaron a desfilar los gruposorganizados en mayor o menor medida y con ellos tomaba forma una multitudheterogénea, que se exhibía, bailaba y gritaba, principalmente alrededor de loscarros alegóricos con música. Un discreto operativo policíaco apostado en lasorillas de las aceras observaba, divertido; los oficiales no podían evitar loscodazos discretos y las sonrisas reprimidas cuando pasaba cerca de ellos algúngay presumiendo atributos femeninos. El ambiente festivo se contagiaba. Algunastiendas de conveniencia cerraron sus cortinas temiendo saqueos, pero en generalla marcha fue absolutamente pacífica.

En otros lugares, como el café Sanborn´s de Juárez, losvigilantes se plantaron frente a la puerta como para dejar claro que los bañoseran para los clientes. Un policía lo intentó y no faltaron las burlas de lagente "oye a ti si te quedó igualito el disfraz de policía", le dijo unespontáneo en la entrada. Sonrojado, sólo atinó a decir "¿qué pasó? Yo sí vengocon el grupo", ante las risas de varios.

La fiesta que inició en el Ángel de la Independencia seprolongó hasta el Zócalo, aunque ahí llegó desgastada, con los pies hinchadosen muchos casos. Los participantes comenzaron a disgregarse rápidamente cuandola lluvia dejó de ser una simple amenaza. Los más valientes persistieron. Entregritos y consignas que pedían tolerancia, la marcha se disolvió en el metro,aunque no faltaban las bocinas que invitaban a la fiesta nocturna en distintosbares de la ciudad.

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