En esta ciudad los pantalones y los shorts no son lo único que han vestido los hombres. Hubo una época, allá por el siglo XVI, en la que las mallas fueron tendencia, pese a que la misma Santa Inquisición no le gustara.

El detalle aparece en una investigación del historiador Fernando Benitez (De la Conquista a la Independencia) en la que narra el nacimiento de nuestra ciudad ya conquistada por los españoles, gobernada por Hernán Cortés y luego por su hijo Martín Cortés.

Al destronarlo, llega el primer virrey y a partir de ese momento la capital se convierte en productora de todo lo que prohibía la Inquisición en España. ¿Dónde comenzó la fiesta? Pues nada más y nada menos que en Tepito.

«Se vendía fayuca, extranjerías del Imperio Maya o de los Incas. Al llegar los cristianos, los tepiteños no se dejaron someter, siguieron leales a su rol de comerciantes. De forma paralela, en España surgió una moda en la que los hombres utilizaban mallas blancas y la Iglesia instituyó que la camisa tuviera una camisola de almidón que tapara de la cintura para abajo, o sea, nalgas y genitales» nos platicó Juan Carlos Hernández, psicólogo social y académico.

Según Fernando Benítez, la Ciudad de México se hizo famosa porque aquí no había esa legislación impuesta por la Iglesia, contrario a lo que sucedía en España.

«Se convirtió en una ciudad liberal en la que todos los españoles hacían lo que no podían hacer en lugares como Madrid y Sevilla. Eran como los “springbreakers”. Había mucha prostitución y se popularizó la producción de estas mallas, tanto que comenzamos a exportarla a España», nos dijo Juan Carlos.

Los hombres, agregó, iban casi desnudos en la ciudad. «Además de las mallas blancas utilizaban botines de punta e iban desnudos del pecho como lo acostumbraban a hacer los indígenas».

Fernando Benítez relata en su libro que esta moda llegó a Guadalajara y que ahí se instalaron puestos para que los indígenas rentaran las mallas blancas y huaraches para venir a la ciudad a hacer sus trámites. Al salir debían dejar la ropa en la caseta por donde entraban.

Pero la bonita moda se acabó en 1567, hecho que se convirtió en la primera bula de la Inquisición en México.