Hay cruceros famosos en la capital, pero tal vez el más difícil sea el de Eje Central y Madero: el semáforo tarda muchísimo y la gente se amontona a ambos lados de la avenida. Cuando por fin se puede cruzar, las hordas de gente se enfrentan una contra otra como en película de Corazón Valiente, alzando los brazos y gritando para alcanzar la otra banqueta. Y eso es todos los días a toda hora.

Pero no todos son así: hay peores. Son difíciles los de Reforma donde tienes que cuidarte de los autos que dan la vuelta a toda prisa encomendándote a todos los santos para que te alcancen a ver y se frenen. Y sabemos que hay cruces peligrosos en los que se acercan los malandros a asaltarte, hay de todo. En Chilango identificamos a varios personajes de los cruceros de la ciudad que están repartidos por todos lados. ¿Crees que nos faltó alguno?

Los básicos

Los organilleros llevan años en los cruceros de la ciudad. Mientras uno toca una canción melancólica, su acompañante pasa con el gorrito. También hay tragafuegos (aunque ya muy pocos) o limosneros que hacen malabarismos: ya sabes, el niño que se pone pompas falsas y que se sube a los hombros de su hermano. También hay mimos, payasos y magos.

En algunos cruces el malabarismo se ha refinado: verdaderos artistas de darle a las pelotas, esferas de cristal o antorchas encendidas. Algunos se suben en escaleras y se pintan la piel de plateado. Pero el clásico chilango son los limpiaparabrisas, costumbre que se ha extendido a otros estados: detestados por muchos (aunque si llevas el parabrisas polvoso es un aliviane), estos chavos te avientan el chorro de agua jabonosa cuando estás descuidado. ¡A la vuelta, joven!

(Si quieres leer ’10 cruceros peligrosos para ciclistas’, da clic aquí)

Los vendedores

En los cruceros hay de todo: botanas, cargadores de celular, dulces, cigarros. Te venden gorditas de nata, aguas frescas, periódicos, revistas. Es famoso un vendedor en la calzada Ermita que vende periódicos desde hace más de 25 años. De lejos puedes ver a los que te venden tarjetas telefónicas -con su traje amarillo “mírame a fuerza”- o los vendedores de congeladas. En las mañanas te ofrecen café y en la noche, por Insurgentes, te dan tarjetas por si quieres ir a un “bar con chicas”.

Hay quien reparte periódicos gratis o empresas de telefonía que ponen a deslumbrantes modelos con una manta a repartir publicidad. Y mientras uno se llena de basura en el auto…

Los automovilistas

Los peores son los que se quedan en medio del paso de cebra impidiendo el paso de los peatones, pero también encontramos los que apenas se pone el siga y empiezan a pitar como locos; por otro lado encontramos a los que aprovechan el alto para ponerse a mandar mensajes por celular y no se dan cuenta de que ya tienen el verde. Y los peores son los que se pasan el alto.

El ejercicio favorito de los automovilistas chilangos es sacarse el moco cuando llegan al alto: siempre hay alguno. También los que compran algo y en vez de hacer una transacción rápida pagan con un billete: ahí tienen al pobre vendedor corriendo como loco atrás del auto mientras todos los que vienen atrás tocan el claxon. También existen automovilistas que aceleran cuando ven la luz ámbar pero se arrepienten al último segundo, y frenan con el rechinido de llantas, espantando a todos.

(Si quieres leer ‘Manual de etiqueta para automovilistas’, da clic aquí)

Los peatones

La tribu de los adictos al celular no deja de tuitear aunque vaya cruzando.Luego por eso pasan los accidentes. Hay chilangos que se avientan aunque falte un segundo para que se acabe el tiempo de pasar, toreando los autos en una bonita faena. Los peores peatones están en las calles donde hay mucho tráfico: se avientan a cruzar aunque no tengan el paso -cuando los autos están detenidos- y cuando los conductores avanzan forman un caos donde no pasa uno ni otro.

Si un cruce tiene puente, es porque seguramente es peligroso: pero no, ahí tienen a todos los peatones yendo por abajo en vez de subir las escaleras, aunque con eso de la inseguridad ya ni se sabe si es mejor que te toque un asaltante arriba a que te apachurren la pata.

¡Los polis!

Si un crucero es conflictivo y hay un policía de tránsito, hay que hacerle caso. Si te da la espalda y le da el paso a los otros automovilistas es porque hay más flujo de ese lado. Eso en el mundo ideal porque en el DF el poli puede hacerle señas a los de un lado, tratar de calmar los nervios de los que ya quieren avanzar, desesperarse y comenzar a pitar como loco. Al final terminan abrumados y se recargan en el semáforo a mandar mensajes de texto… ¿qué dirán? “Situación controlada, ya vengan por mí”.

(Si quieres leer ‘5 cosas que odiamos de la tira chilanga’, da clic aquí)

Y ustedes chilangos ¿tienen historias en los cruceros?