En el siglo XVI los comerciantes que venían a la Ciudad de México tenían que pasar por unas pequeñas aduanas o garitas para poder entrar. Ahí había unos emblemáticos personajes llamados “regatones” que prácticamente les tapaban el paso (al parecer de ahí viene la palabra) y que les compraban sus mercancías a precios muy baratos para después revenderlas.

[Albures de emergencia: úsalos bajo tu propio riesgo]

La negociación era típica: ¿Cuánto por esos pollos? Dame 10. Te doy 5, porque hay muchos polleros en la ciudad y no vas a vender nada. Dame 7 y cerramos el trato. ¿Les suena familiar? Existe quien, por el sólo hecho de que le rebajaron 10 pesos, se siente satisfecho y está seguro de que hizo una excelente compra.

El fino arte del regateo (la palabra en México viene en honor de estos personajes) es clásico en todo el mundo: famoso es el pelón que tiene su programa de televisión y que les ofrece a sus clientes menos de lo que ellos piden desde su casa de empeños. Hay gente que es experta regateando y hay otros que… bueno, acabamos pagando más de lo que piden ¡ja! ¿Qué tal está tu nivel regateador?

Nivel empresarial

Llegas con el vendedor y le dices:
– ¿Cuánto por ese tarro?
– Se lo dejo en 50
– ¡Uuuuh! está muy caro ¿Si me llevo tres en cuánto me los dejas?
– Se los dejo en 40
– ¿En 40? Traigo 100 y me llevo los 3
– Bueeeno

¡Listo! Obtienes un tres por dos. Ya ni en el súper.

[Checa aquí, lo que los taxistas odian de ti]

Nivel limosnero

Estás viendo tu producto deseado:
– ¿En cuánto me deja esa chamarra?
– Pido 300 pesos
– (Te rascas la bolsa del pantalón) No, pues no me alcanza ¡gracias!
– (El vendedor te ve con ansiedad) ¿Cuánto traes?
– Traigo 150
– No me sale, patrón
– No, pues es lo que traigo ¡gracias de todos modos!
– A ver, rásquele a su bolsa
– (Juntas tus monedas) Alcanzo a juntar 178 con 50 centavos
– Bueno, bueno, ya llévesela
¡No importa que sea una chamarra usada mientras esté en oferta!

Nivel indiferente

Levantas ese libro que buscabas desde hace tiempo:
– ¿Qué? ¿En cuánto me lo deja?
– 200
– ¿200 pesos? No gracias, ahí nos vemos (te alejas lentamente)
– Espere espere, se lo doy en 190
– ¿190 pesos? Nooo, gracias (te das una vuelta por otros puestos y regresas rezando para que no se lo hayan llevado)
– ¿Qué? ¿Ya se animó?
– Es que 190 está muy caro y está roto de esta esquinita
– Pues ¿cuánto trae?
– 150
– Órale, lléveselo nomás porque me cayó bien
Aquí el chiste es mostrar un poco de desprecio ¡que sienta que le haces un favor!

[Y ya encarrerados: Lo que los meseros odian de ti]

Nivel agresivo

En este tienes que llegar muy seguro de ti mismo:
– A ver ¿en cuánto me deja esta playera?
– En 120 pesos
– ¿120? ¿Una playera? ¡El de allá me la da en 80? (aunque no sea cierto)
– Pero es que ésta es de mejor calidad
– ¡La de allá también!
– Pero es que ésta tiene un diseño diferente
– ¿Ah sí? ¡Las de tu compañero también!
– Bueno, si no quiere no la lleve
– ¡Ah! ¿Entonces no quieres vender?
– Está bien, deme 80 y ya
– Te doy 75 y di que me agarraste de buenas
Está medio gandalla, pero conocemos gente que la aplica.

Nivel inexperto

– A ver ¿cuánto por este cargador?
– 170 pesos
– ¡Te doy 200 y no se hable más!
– ¿?

El arte del regateo no aplica si ves que el comerciante apenas saca lo del día, no hay que ser mala onda: se trata de sacar un descuento, no dejar a la otra persona sin comer.

Pero dinos ¿qué tal están tus habilidades regateadoras?