Tendría que ser con tequila traído desde Tequila, Jalisco, ¿no? O con mezcal con gusano oaxaqueño. Los caballitos estarían grabados con el escudo real de la familia y los limones habrían sido cortados con el cuchillo real, el salero también sería real, lo mismo que la sangrita. A ver ingleses, ¿ustedes qué van a tomar? ¿Champaña? Es francesa y los franceses tienen pique con ustedes. ¿Whiskey? Es sí, de gente de su barrio –pero si supieran lo que a veces opinan de ustedes–. El tequila o el mezcal son la onda.
¡Imaginen qué gran momento lo haríamos nosotros!, Los novios, frente a todos sus invitados, levantando el caballito, listos para aclarar la garganta aguardentosa con sangrita. Y llega lo mejor de la noche: la foto del brindis, como aquella de las caritas infantiles que nuestros padres guardan –y presumen– con amor obsesivo.
Este… nomás que ahí sí les manejamos una falla: el padrinomala copa y sus incoherencias a la hora de convocar al brindis.