Hay de bodas a bodas. Las hay súper nice, en las que dan un menú para paladares exigentísimos y cosmopolitas, en donde la ración es pequeña y bonita; y las hay de esas que nos gustan porque nos traen puritito sabor de hogar. En nuestra boda real la comida sería protagonista . De hecho, a muchos nos encantan las bodas justo por eso, porquenormalmente no comemos: tragamos, y si seguimos con hambre, basta con pedir otro plato.
¿Se imaginan a los príncipes entrándole a la barbacoa? ¿Jambándose unos tacos de carnitas? ¿Limpiándose la ropa porque ya se la ensuciaron conmole?
Y, ni modo, aguantarse toda la fiesta con la enormemanchaque no se quitó ocultó nidisimuló.
Uy, y no debemos olvidar el pastel. Enorme. Pisos y pisos de pan relleno de duraznos o fresas, embadurnado de chantilly decoradocon florecitasy, para finalizar, unos novios de cera en miniatura. Tadán.