Si hay una dicotomía que marca nuestra vida es la que existe entre la realidad y la ficción. Lo de Don Quijote y los molinos y el yelmo de Mambrino dotó de una belleza singular a esa novela, pero también de dolor y tragedia. Y no siempre la gloria que alcanzó Miguel de Cervantes se alcanza cuando se mezclan la realidad y la ficción. Incluso, la desaparición de la delgada línea que las separa puede ser sólo vil.

Hace unos días, un estudiante, candidato a doctorado, se sintió el malo de la película y lo que era personaje de ficción se convirtió en asesino de espectadores. Lo imaginativo era la película, por más que sus potentes cámaras y pantallas IMAX produzcan sensaciones increíbles.Lo real fue el crimen y las víctimas; la espantosa masacre y la casa llena de bombas que desactivó la policía, aunque pareciera de película.

Lo real fue que el asesino compró legalmente, con dos meses de anticipación, 6 mil proyectiles, chaleco de combate, portacargadores, navaja, dos revólveres, una escopeta y un rifle de asalto que utiliza el ejército.

La discusión que se deriva, por tanto, es si el gobierno debe aceptar que se proporcione armas a quienes terminarán asesinando. No si la película ficticia es muy violenta. Nadie que esté en sus cabales se sentirá perturbado por Batman al grado de la locura; todo lo contrario, la película –del notable director Christopher Nolan- es muy disfrutable y no porque sea violenta sino por su trama, sus personajes, la interpretación de los actores, su música, sus efectos visuales.

Y nadie que esté en sus cabales va a comprar 6 mil proyectiles, chaleco, portacargadores, etcétera.

La cordura en el vivir conlleva una pacificación que el uso de armas contradice. Las armas son endiosadas por gente irracional, hay que decirlo aunque no les guste. También es enteramente irracional que el gobierno y el mercado hagan accesibles las armas a los asesinos. Ya lo mostró “Bowling for Columbine” de Michael Moore. Lo muestran los despiadados crímenes en México todos los días, con armas provenientes de aquel país. La próxima caravana de Javier Sicilia y su movimiento será en Estados Unidos. Volverán a exhibir esta realidad, que es irrefutable no porque uno lo diga sino porque otro la padece.

El 8 de diciembre de 1980 John Lennon fue asesinado por otro deschavetado. Este quería parecerse a Holden Caulfield, el personaje de la novela de J.D. Salinger, “El guardián entre el centeno”. La discusión fallida es, de nuevo, si la novela de Salinger desequilibró al individuo. Para empezar, el asesino entendió mal la novela. El humor cínico de Caulfield entraña una inteligencia que no tiene nada que ver con los fanáticos o dogmáticos. Es incluso opuesto a ellos; se les resiste.

Que los fanáticos no lean bien ni entiendan la ficción no es culpa de la ficción. A pesar de ellos, el cine y las artes seguirán siendo esa “casa”, “ese lugar inocente y esperanzador”, en palabras de Nolan. Que vayan a estropear la realidad, y el gobierno, las leyes, la industria y las tiendas les faciliten los recursos necesarios para hacerlo, sí que entraña una enorme complicidad y responsabilidad moral. La sociedad no ha de evadirlas, si quiere distinguir entre realidad y ficción y evitar la demencia.

Y para ustedes ¿quién es el culpable de la violencia, la película por ser violenta o la sociedad por permitir la venta de armas? Opinen.

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