La mayoría los alucinamos. Especialmente a los bocineros que alteran a los usuarios con los altos decibeles de sus grabadoras. Los vendedores del Metro son un grupo que constantemente aparece en las noticias por las recurrentes amenazas que reciben de las autoridades capitalinas, quienes repetidamente aseguran que ya no se les verá más en nuestra querida limosina naranja.

Aunque honestamente muchos dudamos de que llegue a cumplirse esa amenaza, otros dicen que sería una acción muy positiva.

Pero ¿qué dicen ellos? ¿En verdad les están impidiendo trabajar en el Metro?

Platicamos con dos vendedoras y dos vendedores, a quienes nos referiremos con nombres falsos. Tampoco mencionamos la línea donde los encontramos porque fue la condición para la entrevista.

“Jorge” y “Alma” venden pasadores y donas para el pelo, “Sofía” ofrece pasta para dientes y “Mario” crema para las manos y el cuerpo. Todos coincidieron en que sí, efectivamente, los están sacando del Metro.

De hecho, a pesar de que era por la mañana cuando los entrevistamos, comentaron que a esa hora ya se retiraban porque la vigilancia está muy dura y no les conviene insistir, pues pueden perder en lugar de ganar.

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¿Cómo los sancionan?

De acuerdo con su versión, si los sorprenden vendiendo los llevan detenidos y tienen que pagar una multa de $700 o, de lo contrario, pasarán 13 horas en el tambo.

O sea que, en lugar de ganarse los $100 o $150 que dicen ganar diariamente, pueden perder mucho más si los detienen. Pero se quejan también de que los maltratan física y verbalmente cuando los agarran, no importando que sea hombre, mujer o niño. Aunque eso sí: dicen que no les quitan su mercancía.

¿Por qué dedicarse a esa actividad?

Los cuatro dicen que no hay muchos empleos disponibles y, además, reconocen que no ganarían lo mismo en cualquier otro empleo donde cumplieran una jornada de ocho horas, como la que dicen llevar a cabo actualmente.

¿Tienen bronca con los pasajeros? ¿La gente los rechaza?

Coinciden en que las quejas son más bien contra los “sonideros”, no por ellos, porque a la gente le gusta que le lleven los productos lo más cerca posible. Dicen.

“Alma” y “Sofía” afirmaron que hay gente que les compra constantemente y hasta llegan a decirles “te estaba esperando, hace mucho que no te veía”.

Sin embargo, les hice el comentario de que hemos escuchado y visto a mucha gente quejarse de su presencia en los vagones y “Mario” respondió que hay vendedores de todo tipo.

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“Algunos –dijo- somos educados y no le faltamos el respeto a la gente. Incluso, cuando viene lleno el Metro, para pasar de vagón en vagón sin molestarla, nos bajamos y entramos por la puerta siguiente”.

Pero también “hay vendedores altaneros que ni siquiera piden permiso para pasar y hasta son groseros. No comprenden que causan molestias y son ellos quienes han provocado que algunas personas nos rechacen”.

¿Cómo piensan que podría terminarse el ambulantaje en el Metro?

Estos cuatro “vagoneros” me contaron que la complicada situación que se vive en el Metro podría resolverse muy fácil si las autoridades dejaran que ellos operaran los espacios que están instalados en el interior de las estaciones y en los paraderos, en lugar de que los permisos sigan en manos de los medianos y grandes negocios.

Aunque ellos mismos se responden que eso no pasará “porque hay muchos intereses de por medio. La renta que pagan es fuerte y, de entrada, nosotros no podemos pagar lo mismo”.

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Y mientras me despido de quienes amablemente accedieron a darme sus puntos de vista, el vagón se llena de voces que anuncian: “Lleve sus calaveritas literarias… Chicles sin azúcar, suave goma de mascar a cinco pesos… Recetario de postres… Marcadores indelebles…”.

¿Tú qué opinas de los “vagoneros”?