La única etapa del Metro que se planeó de manera integral fue la inicial que contemplaba las líneas 1, 2 y 3, las cuales se terminaron por ahí de 1979; de ahí en adelante, el resto de la red ha sido una especie de anexo que se ha alejado de la concepción inicial.

Algo que evidencia esa falta de planeación puede verse en las estaciones de correspondencia (mejor conocido como “transbordo”), es decir, donde convergen dos o más líneas. Así, hay algunos transbordos extremos en los que se recorren largas distancias, las cuales pueden estar llenas de obstáculos, requirieron robarle espacio a alguna avenido o simplemente equivalen a distancias que nunca se pensarían recorrer en la superficie.

Aquí presentamos sólo cinco de estos transbordos extremos de la limusina naranja en la que diariamente viajan millones de chilangos que, por cierto, en estos días no le han podido comprar discos piratas a los bocineros.

1. La Raza: el primerito

Inaugurado en 1982 (cuando empezó a funcionar la Línea 5), este transbordo subterráneo fue considerado como el más largo del mundo, ya que mide alrededor de 600 metros, pero dependiendo de la parte del andén en la que se inicie y termine el recorrido, sí se pueden caminar unos 800 metros, que es el equivalente a dos vueltas a una pista olímpica, como la del estadio de Ciudad Universitaria.

Como era un largo trayecto el que tenían que recorrer miles de usuarios todos los días, al Presidente Miguel de la Madrid y sus funcionarios decidieron que era buena idea aprovechar ese espacio con fines educativos, por lo que en 1988, antes de dejar el cargo, inauguró el “Túnel de la Ciencia”, en donde diversas instituciones, como el Conacyt, diseñaron una especie de museografía inmersiva (por describirla de algún modo) en donde, con sólo caminar por los pasillos, se podían aprender diversos secretos del universo, que iban desde los átomos hasta el Sistema Solar.

El tiempo le fue quitando lo moderno a la muestra, pero en su tiempo fue una novedosa idea a la que se le dejó de dar mantenimiento.

2. Chabacano: el del futuro

Aunque suene como atentado a las matemáticas, la octava línea del Metro que se construyó en la Ciudad de México fue la 9, la cual se inauguró en 1987 (el sexenio de Miguel de la Madrid fue prolífico para el Metro).

Para comunicar la estación Chabacano de la línea 9 –que es subterránea- con la ya longeva Línea 2, que a esa altura tiene un trayecto a nivel de la superficie, fue necesario construir un novedoso transbordo elevado, ya que es una zona en la que no había espacio para hacer túneles.

Así, la distancia que hay que recorrer durante el transbordo es relativamente corta, poco más de 200 metros, pero es necesario subir y bajar varias escaleras, especialmente si el trayecto se hace de la línea 8 hacia la 2 (hay que utilizar dos escaleras más).

Para poder servir como conexión, la estación de la línea 2 tuvo que ser remodelada, dándole un aspecto más modernista y mayores dimensiones… que al final fueron tantas que fue necesario robarle espacio a los carriles de la Calzada de Tlalpan.

La estación y el puente que cruza las azoteas las casas de esta poblada zona del DF quedaron tan chidas que en 1990 fueron utilizadas como locación futurista de la película El Vengador del Futuro, donde Arnold Schwarzenegger es un héroe que también recorre la Glorieta del Metro Insurgentes y las oficinas del Infonavit de Barranca del Muerto.

Aquí también se puede transbordar a la línea 8 (que se inauguró años después que la 9).

3. Tacubaya: el que más apesta

Hay otro transbordo, el del Metro Tacubaya, que en realidad no es tan largo, ya que mide unos 250 metros como máximo, que equivale a un poco más de la mitad de la distancia que divide al Ángel de la Independencia y la Diana Cazadora; sin embargo, es uno de los más incómodos para los usuarios del Sistema de Transporte Colectivo (“Metro”, para los cuates).

Es una de las estaciones más antiguas de la Ciudad de México, ya que fue abierta en 1970 como parte de la segunda fase de la línea 1, mientras que este transbordo empezó a funcionar en 1985, cuando fue inaugurada la línea 7. En 1988 se hizo una extensión para que también se comunicara la línea 9.

A pesar de que diariamente tiene una gran afluencia de pasajeros, los pasillos de este transbordo son angostos, y en los últimos años se les ha robado espacio para colocar puestos de periódicos y negocios de comida, además de que se han instalado algunas rejas para “controlar” el paso de las personas. Asimismo, sólo tiene un acceso a la línea 9 (es la terminal), por lo que los cuellos de botella son, literalmente, infernales.

Para transbordar entre cualquiera de las tres estaciones que se encuentran en tres niveles de profundidad diferentes es necesaria paciencia, tolerancia a la frustración (y a los malos olores) y mucha orientación, porque no hay buena señalización y suelen cambiar las rutas dependiendo de la hora o del estado de ánimo del encargado de hacerlo… bien raro.

4. Ermita: el más raro

Uno de los transbordos más nuevos y raros del Metro de la Ciudad de México es el que comunica a las líneas 2 y 12 a la altura del Metro Ermita. Estos pasillos no están construidos en línea recta, sino en una especie de escuadra, por lo que en total hay que recorrer poco más de 400 metros, el equivalente a unas cuatro o cinco cuadras del recién remozado Masaryk, para transbordar.

Una de las ventajas de este –todavía- nuevo transbordo es que, en comparación con otros, como Tacubaya, tiene pasillos mucho más amplios, mayor iluminación y todavía no es invadido por comerciantes formales o informales, además de que cuenta con una ventilación que mitiga (sólo mitiga) los malos olores.

5. Atlatilco: el más pasado de lanza

Pero el premio al transbordo más largo del Metro chilango se lo lleva de calle el de la estación Atlatilco, que comunica a las líneas 8 y 12. Para acabarla de amolar (como diría la abuela), después de que se detectaran las fallas en la línea inaugurada el sexenio pasado, esta estación funciona como terminal.

Si se quiere ir de una línea a otra, hay que recorrer casi un kilómetro, lo que equivale a unos 10 a 15 minutos a buena velocidad o alrededor de 2 mil pasos efectivos. Si pudieras correr ida y vuelta a lo largo del transbordo, equivaldría a una vuelta entera al circuito de los Viveros de Coyoacán, así que si la recorres dos veces al día ya podría contar como entrenamiento.

Si le tienes que explicar a un hipster a cuánto equivale esa distancia, le tendrías que decir que equivale más o menos a ir del Parque México al Metro Chapultepec; o si se lo tienes que describir a un godínez, le quedará claro si le dices que es lo mismo que tardarías en ir de la altura de la Universidad Iberoamericana al interior del Centro Comercial Santa Fe.

Y tú, ¿conoces otro transbordo extremo del Metro de la Ciudad de México?

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