Hubo un tiempo en el que ir al cine era una excelente opción para los chilangos que no tenían mucho dinero pero querían quedar bien con la novia pasando un buen rato; y alguna vez hubo gente que no quería vivir en la Roma o en Condesa porque había sido una de las colonias más afectadas durante el terremoto del 85 y porque sus casas y edificios eran muy viejos.

Inclusive, algunas cosas que hoy sangran el bolsillo, como los estacionamientos, solían ser gratis, y un taco al pastor costaba un pesito, por lo que eran muy socorridos en momentos económicos difíciles.

Pero hoy, muchas de estas cosas se llevan parte importante del presupuesto de los chilangos que ya hasta el tequila pagan caro (sí, antes era barato). Demos una repasada a las cosas que ni te imaginabas que, hasta hace unos años, solían ser muy económicas.

Rentar en la Condesa

A finales de los 80, las colonias céntricas de la Ciudad de México estaban muy habitadas, pero una gran parte de los chilangos clasemedieros ya habían empezado a mudarse a zonas como Coapa o Satélite (y a sus alrededores), pero esa “migración” se acentuó después del terremoto de 1985.

Así, colonias como la Condesa o la Roma, que eran todavía predominantemente residenciales, prácticamente empezaron a vaciarse, por lo que durante la primera mitad de los 90 era fácil encontrar una renta barata, especialmente en los edificios más antiguos en donde pocos querían vivir porque todavía tenían fresco el recuerdo de aquel sismo de 8.1 grados que dejó importantes daños en esa zona.

A finales de esa década, pero especialmente a inicios de este siglo, empezaron a surgir en sus calles algunos lugares bohemios en donde se podía comer y beber a precios módicos y ambiente intelectualoide, lo que le devolvió algo de vida a estas colonias e hizo que se remozaran algunas banquetas y se rehabilitaran algunos camellones que estaban abandonados.

Pero después llegaron los nuevos edificios con departamentos de diseño minimalista, los valet parkings y los restaurantes de comida fusión y orgánica, lo que elevó el precio de las chelas a 60 pesos y las rentas de esos departamentos que nadie quería a unos 20 mil como mínimo.

Ir al cine

A finales de los 80 y principios de los 90, antes de la creación de grandes cadenas de cines, como Cinemex o Cinépolis, ir a ver una película era una gran opción cuando había poco presupuesto.

Así, con 30 pesos de los de hoy, un chilango podía quedar bien con su pareja o la familia, y hasta le alcanzaba para comprarse algo a la salida. Y si iba en miércoles, pagaba la mitad; además, todas la funciones (menos la matiné, que era más barata) costaban igual, sin importar la hora del día.

Eso sí, las butacas en las salas de cine en esos años no eran tan cómodas, el suelo estaba pegajoso, sólo había cuatro funciones (4, 6, 8 y 10), no había aire acondicionado y solían escucharse mal. Es más, el precio del boleto de la mayoría de las salas estaba regulado por el Gobierno, por lo que se consideraba un divertimento popular.

Pero desde finales de los 90, los precios del cine se han disparado de tal forma que hoy hay funciones de 80 pesos por una película que no es 3D y en una sala normal, por lo que una salidita al cine, sin palomitas y con estacionamiento (en el plan más pobre, pues) anda costando unos 200 pesos si bien te va.

Comer tacos

Hasta hace no mucho tiempo, uno de los lugares más baratos para comer eran las taquerías, por lo que la gente “nice” jamás pensaba en echarse unos al pastor en la calle como plan para una salida por la noche.

Pero casi sin darnos cuenta, un taquito que costaba ente uno y tres pesos, se convirtió en una orden que cuesta hasta 100 pesos por ponerle queso a la chuleta, lo cual también no era muy común en esas taquerías de antaño que no tenían valet parking ni salsitas gourmet.

Estacionarse

La malísima costumbre de cobrar los estacionamientos de tiendas de autoservicio y de algunos centros comerciales llegó a finales de los 90, porque antes de esos días solía ser un servicio gratuito para los clientes (¿o no suena ilógico tener que pagar por ir con tu coche al súper?).

Sólo tenías que darle propina a los “viene viene” que te indicaban con un silbato los movimientos que tenías que hacer para entrar derechito a los cajones de estacionamiento. Sí, todavía hay de esos, pero a los de ahora ¿por qué hay que pagarles si ya pagaste el estacionamiento?

Inclusive grandes estacionamientos, como el de Plaza Satélite, fue gratuito durante varios años, pero el excesivo aumento en el número de vehículos obligó a que ese servicio se tuviera que cobrar. Lo malo es que ahora hay estacionamientos que, por dejar tu coche durante una función de cine te andan cobrando unos 80 pesos, cuando las primeras tarifas eran más bien simbólicas, de unos tres o 10 pesos por toda la estancia, no por hora.

Actualmente, en algunos estados, todavía hay estacionamientos gratuitos, pero esta costumbre chilanga se está extendiendo rápidamente por diversas ciudades del País.

Tomar tequila

Tal y como se puede ver en las películas de la Época de Oro del cine mexicano, el tequila era una bebida popular, por lo que solía ser barata y poco servida en las fiestas fresas o restaurantes muy elegantes.

Obtuvo su denominación de origen en 1974, pero fue a inicios de los 90 cuando se le dio un fuerte impulso a esta bebida que inmediatamente se puso de moda en todo el mundo.

La fama del tequila hizo que aparecieran en el mercado marcas bastante caras (algunas de ellas de existencia efímera) y provocó también que otras marcas, que solían ser baratas, elevaran rápidamente sus precios.

Hoy, lo que pagas por una botella de tequila era impensable hasta hace un par de décadas. Por ejemplo, el tequila que toma Pedro Infante en varias de sus películas directamente de la botella (que tiene el nombre de un ave negra) hoy cuesta más de 200 pesos, algo no apto para cualquier bolsillo… pero antes sí lo era.

¿Recuerdas otra cosa que no era cara pero ahora sí lo es?

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