El eclipse total de sol más largo del siglo 20, que pudo ser visto por el mayor número de personas en la historia de la humanidad, se registró el jueves 11 de julio de 1991.

Su sombra cubrió diversas zonas con gran cantidad de población, entre ellas la Ciudad de México, donde se vivió uno de los días más singulares de los que muchos chilangos tienen memoria.

Televisión y ceguera

«Te puedes quedar ciego», rezaba un anuncio que se repetía varias veces al día en el que la televisora de Chapultepec 18 (Televisa, pues) advertía lo que supuestamente podía pasar si se veía directamente este eclipse en vez de seguirlo por televisión.

El argumento era que, si una persona veía directamente al Sol durante el fenómeno astronómico, podría sufrir quemaduras en sus retinas, por lo que era más seguro verlo en casa a través del Canal 2, en donde no había ningún tipo de riesgo más allá del de tener que chutarse varios cortes comerciales.

El mensaje se repitió constantemente desde varias semanas antes en todos los noticiarios y todo tipo de programas, como un popular talk show nocturno que conducía Nino Canún, lo que generó un verdadero temor en muchas personas que, el día del eclipse, decidieron quedarse en casa para que Jacobo Zabludovsky y Talina Fernández les platicaran lo que estaba sucediendo en esos momentos en el exterior y, prácticamente, sobre sus cabezas.

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Lo que muchos no sabían era que ver directamente al Sol es dañino con o son eclipse, y que pocas personas aguantan permanecer tanto tiempo viéndolo directamente como para que puedan sufrir un daño grave; además, mirar el fenómeno durante la etapa de “totalidad” (cuando la Luna cubre completamente al Sol) no es peligroso.

Esta psicosis televisiva se unió a otras, digamos, “más tradicionales”, como las voces que advertían que el eclipse podía ser peligroso para las mujeres embarazadas o que era una señal inequívoca del fin del mundo.

El eclipse de Salinas

La trayectoria, fecha y hora exacta del eclipse se conocían desde varias decenas de años atrás, y como buenos mexicanos, las autoridades se prepararon con la anticipación acostumbrada –unos tres meses- para poder observarlo.

Era el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, es decir, eran tiempos en los que ningún evento, del tipo que fuera, podía pasar desapercibido, así que reunió a los titulares de diversas dependencias, como la Secretaría de Gobernación y el Conacyt, para crear algo que se bautizó como la “Comisión Intersecretarial para el Eclipse” que tenía a su cargo organizar conferencias y todo tipo de difusión para aprovechar, tanto científica como políticamente, tan memorable fecha.

Una de las acciones de esta comisión fue mandar a fabricar y distribuir unos filtros especiales para que la gente pudiera observar el eclipse sin más riesgo que el de una tortícolis provocada por estar tanto tiempo volteando al cielo.

Estos filtros eran tiras de unos 15 centímetros, de un material similar a un papel metálico con el que se envuelven algunos regalos, y que garantizaban que con ellos se podría ver el eclipse durante varios minutos con algunos periodos de descanso.

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Se conseguían de diversas formas: comprándolos por unos mil pesos (de los viejos… con tres ceros menos… sí, en ese año los pesos tenían tres ceros más…) en algunas estaciones del Metro (como La Raza, donde en el Túnel de la Ciencia se explicaba a detalle el eclipse), solicitándolos en programas de radio que los regalaban –como en “Monitor”, uno de los noticiarios radiofónicos más importantes de esos años y que era conducido por el entonces influyente periodista José Gutiérrez Vivó– o gratis en algunos bancos o hasta en las bolsas de algunas papitas.

Por cierto, algunos aprovecharon la coyuntura para lanzar diversos productos al mercado, como Volkswagen, que presentó la versión “Eclipse” de su auto Golf.

La noche a mediodía

Desde poco antes de las 12 horas, la sombra del eclipse tocó territorio mexicano, entrando por Baja California y recorriendo diversos estados, pero a las 13:24 llegó a la Ciudad de México.

A pesar de que había sido una mañana nublada en algunas zonas, a esa hora la mayor parte del DF tenía cielo despejado, lo que permitió ver en su esplendor la manera en la que la Luna cubría al Sol durante seis minutos y 54 segundos.

No había clases porque eran vacaciones escolares y las oficinas pararon durante varios minutos debido a que la gente salió a la calle para observar el inusual paisaje.

Las luminarias del alumbrado público se encendieron automáticamente, las aves volaron rápidamente a sus nidos y la temperatura veraniega descendió durante unos momentos… vaya, en la Ciudad de México era de noche a la hora de comer.

Hubo personas que se concentraron en lugares como el Zócalo o algunos parques, como el México o el de Los Venados, y durante la totalidad del eclipse aplaudieron, gritaron, lloraron y hasta rezaron, se valía de todo.

Mientras tanto, muchos de los que lo veían por televisión, cansados de ver escenas interminables de un círculo blanco cubierto por otro negro o de algo que decían que eran los animales del Zoológico de Chapultepec, decidieron salir a la calle a ver el espectáculo con sus propios ojos.

Inclusive el staff que estaba a cargo de la transmisión en Televisa, corrió al exterior del estudio dejando solo Zabludovsky que hizo esa observación al aire… y parece que él fue uno de los pocos habitantes de la Ciudad de México que se perdió de ver ese histórico momento en persona.

Los OVNIS

Por razones obvias, millones de personas en la Ciudad de México y en el resto del País estaban mirando al cielo, y muchas de ellas aseguraron que vieron Objetos Voladores No Identificados (OVNIS, para los cuates) durante el eclipse.

De hecho, el mismísimo Jaime Maussán se encargó en ese entonces de documentar el hecho recopilando varios videos en los que se veía una supuesta nave y aseguró que ese día recibió miles de llamadas para denunciar el hecho, tantas que hasta se colapsó su línea (lo cual en esos años no era muy extraño).

Desde entonces, muchos de los estudiosos del llamado “Fenómeno OVNI” aseguran el día del eclipse se desató en México una oleada de este tipo de avistamientos.

Sin novedad

Lo cierto es que cerca de las tres de la tarde, el eclipse siguió su paso para salir del territorio nacional a la altura de Chiapas para llegar a otras tierras lejanas, como parte de Colombia y Brasil, recorriendo unos 15 mil kilómetros en total.

En las horas posteriores, en la Ciudad de México, como buen verano, se nubló y llovió; los periódicos de la edición vespertina —salían a las cinco de la tarde— publicaron es sus primeras planas grandes fotos del eclipse y uno que otro godínez aprovechó para tomarse el resto de la tarde.

Fue un día dividido en dos, único y, prácticamente, irrepetible. Afortunadamente, no nacieron bebés con malformaciones provocadas por el eclipse, no se acabó el mundo y, por supuesto, ¡nadie se quedó ciego!