Sabemos que hablar de diferencias entre hombres y mujeres sueleser escabroso, pero las compras sonde esas cosas en donde, entiéndanlo, nomás no hacemos clic. Y, ojo, no esque los hombres no disfrutemos comprar: la diferencia es que a nosotrosnos gusta ir directo por lo que nos gusta y ya. Las mujeres, en cambio…,uff.

Si eres de esos que tiene el infortunio de acompañar a mamá,hermana, novia, esposa o detalle, seguro nos entiendes. Si eresde las represoras que se llevó a un hombre a cargar tus bolsitas (o peor,a pagar lo que venía en ellas), aquí te explicamos por qué las carotasque viste, abusadora:

La indecisión

Mujeres, es fácil: si no les gusta a la primera, no les gustará jamás. Punto. Almenos así pensamos los hombres. Y, por favor, no nos pidan que lesayudemos a decidir entre dos opciones que las tienen en ascuas: esonormalmente significa que quieren un chivo expiatorio. Sí, ya saben,en la siguiente reunión con sus amigas, cuando sale el tema dicen algocomo: “ah, sí, yo me compré ese modelo porque a (pon el nombre delcaballero) le gustó, pero a mí no tanto y nunca me lo puse”.

Que nos pidan asesoría

¿De cuando acá confían en nosotros como sus asesores de moda?Para nosotros, la combinación entre zapatos, bolsas y colores tiene elnivel de dificultad de la física cuántica. A ver, ¿qué dirían si nosotrosles pidiéramos que dictarán una conferencia magistral sobre el fuera delugar en el futbol ante todos nuestros cuates? Ok, tal vez sí lo podrían lograr; pero nosotros nos declaramos ineptos en cuanto a moda femenina.

Las tiendas con música

La combinación parecería perfecta: música, chicas ybuena onda… pero ¿y el alcohol? En estos templos sonoros lo que másnos molesta es encontrarnos con las miradas de las demás compradoras que parecendecirnos: “¿Qué haces aquí? ¿Eresgay?, ¿¡pervertido!?, ¿¡mandilón!?” Ayudaaa.

La sensación de ser engañados

Sí, puede que esa blusa tenga una etiquetota gigantesca y chillante quediga 70% de descuento, pero si ese trapo de tela común y corriente(más lo segundo), que tiene forma de blusa cuesta mil pesos ya con descuento, no podemos sino sentirnos engañados. (Y su etiquetota escomo un zape del niño abusivo de la época escolar). Ah, y encima nos reclamanel que no queramos comprarlo por “codos”, eso es comouna patada en el trasero. Auch.

Las vendedoras insistentes

No hay nada más molesto que un vendedor(a) que llega a ofrecer “atenciónpersonalizada”. Y más en esas tiendas donde son capaces de echarse un choroque haría desmayarse de envidia a un diputado. Y lo peor es cuandolos despachas amablemente con un “No, gracias” y deciden perseverar y seguirte comotu sombra. Eso es bullying. ¿Y saben qué es peor? Que a ese enteacosador lo consideren el gurú de sus decisiones en los minutos quevengan.

Que saquen el cobre por unos miserables zapatos

¿Qué los hombres parecemos pervertidos cuando se trata de sexo?¿Y de casualidad han visto su actitud cuando se trata de zapatos?Eso sí es intimidante. En las zapaterías las mujeres se lanzan miradasdesdeñosas, ven de reojo cómo se le ve el modelo a las de al lado,hacen cara de desaprobación o de envidia, según el zapato, dejan deescuchar al mundo… Ahí es cuando sentimos cómo se sienten ustedesen hora pico en la sección de hombres del metro Pino Suárez. Y ustedes,como zombies.

Que nos sugieran comprar algo

Chicas, en serio, si van en modalidad “quiero comprar”, no confíen en sucriterio, y menos para sugerirnos una compra. En esos momentos soncapaces de sugerirnos que compremos el outfit que usaba el Ñoño o el del Chavo del 8, y jurarnos que nos hace lucir bien. Y ni crean que nosabemos por qué: sólo quieren compartir el sentimiento de culpa quesaben que tendrán.

Que no sepan qué quieren

Es increíble que cuando se trata de ir de compras no les importe caminar
kilómetros sin quejarse del dolor de pies. Para nosotros, la torturacomienza a partir de la tercera tienda y no por el cansancio, sino por elaburrimiento. Si lo ven con ojos de hombre, la mayoría de las tiendastienen lo mismo, nada más que en diferentes grados de exotismo. Yeso de buscar algo que las convenza… Al final, muchas veces terminancomprando no lo que las convenció, sino lo que ya no hará que seamplíe la tortura.

Que nos presionen para seguir SU ruta

A veces sucede que en la ruta de su interés nos encontramos con unatienda o un departamento que a los hombres nos entretiene (tecnología,principalmente). Si nos detenemos por ahí es para tratar de matarel aburrimiento y, aunque veces nos interesemos en algo, esto no significa que lo vamosa comprar, a menos que realmente nos convenza; y eso sólo sucederá después de evaluar sus cualidades. Nada peor que lleguen y nos digancon un tono entre cariñoso e imperativo: “Lo vas a comprar?” ¿No? ¿Ah,ok, no importa te espero?” GRRRR.

La manía de probarse todo

Ok, ya les dijimos que nos aburre seguirlas y llega un momento,como a los 30 minutos de iniciada la travesía, en el que sólo pasa una idea por nuestra cabeza: huir. Si empiezan a probarse todo,nosotros caemos en un estado muypróximo a la hipnosis. Eso es el preludio del peor momento, al de la pregunta apocalíptica: “¿cómo se me ve?” Sólo lo diremos una vez, yentiéndanlo: si ese vestido hace que su trasero luzca como si tuviera dosvochos mal estacionados, NO se los diremos. Por nuestro propio bien.