Por Carlos Arias

Si al escuchar el título Zonas Húmedasalguien piensa en ciertas partes del cuerpo femenino, acertó. La película es un recorrido por los terrenos pantanosos de lo femenino en sentido literal, referido a las humedades entre las piernas, flujos menstruales, bello público y aromas corporales. Un erotismo ginecológico mezclado con elementos chick-lit, o teen-lit, las historias con voz narrativa al estilo de diario adolescente, con una heroína en busca de amor, sexo y emociones fuertes.

La película cuenta la historia de Helen, una chica que explora, disfruta (y a veces padece) su genitalidad, en una historia que mezcla escenas de masturbación, juegos con su mejor amiga y relaciones con amantes masculinos, en las cuales su vagina aparece como actor privilegiado. Humedades que comparten el espacio de lo femenino junto con sueños románticos o fantasías eróticas.

Cuando parecía que quedaban pocos tabúes para ser derribados en el cine, estas zonas húmedas nos instruyen sobre aquello que el cine porno o erótico había ocultado la mayoría de las veces, la vivencia del sexo femenino como genitalidad, más allá del acostumbrado dominio fálico.

Helen Memel (Carla Juri) es una mujer joven de 18 años que sufre de hemorroides y que vive con una madre depresiva y neurótica (Meret Becker). Mientras añora el reencuentro de sus padres divorciados, Helen practica diversos juegos sexuales que involucran semen, fluidos y “cochinadas” varias como una suerte de rebelión frente al higiene como un orden represivo y adulto.

La anécdota es simple e irritante: Helen sufre de una herida mientras se depila la zona anal y va a parar a un hospital, donde se enamora de un enfermero, Robin (Christoph Letkowski), quien ha mantenido una relación con otra enfermera durante dos años y está en proceso de separación.

Una mezcla entre escenas osadas y comedia, aunque la película cae con frecuencia en una provocación algo ingenua, como la misma protagonista adolescente que busca escandalizar a sus mayores con recursos que terminan por perder su audacia a fuerza de repetirse.Wnendt es uno de los directores alemanes más interesantes del momento, quien incursiona en terrenos de lo femenino que hasta ahora parecían vedados en el cine.

El realizador había hecho algo similar en su película anterior, La Guerrera (2011), sobre una chica miembro de un grupo neonazi en un pueblo de Alemania, novia de un líder violento y machista. Wnendt emprendía una investigación sobre la forma en que las mujeres asumen roles de dominio o de sumisión dentro del mundo cerrado y xenófobo de un grupo neonazi, el cual entraba en crisis cuando la protagonista se apiadaba de un adolescente afgano que había sido acatado por el grupo. Varios de los temas presentes en aquella película se repiten en Zona Húmedas: la protagonista femenina, las complejas relaciones con los padres y los roles femeninos enfrentados al mundo masculino.

Esta vez el recorrido es literalmente “interior”. No sólo por la fisiología sexual, que incluye movimientos intestinales, sino sobre todo porque el recorrido de la película tiene como objetivo el mundo subjetivo de la protagonista.

La película sube de temperatura en varias ocasiones. Pasa desde lo francamente revulsivo, que incluye juegos con excrementos, vómitos o tampones usados, a escenas de una cachondez disfrutable. Un juego de ida y vuelta entre lo erótico y lo provocador que es todo un hallazgo cinematográfico.