Por Josue Corro

Esta crítica empieza con una afirmación contundente: The Hurt Locker es la mejor película sobre la guerra de Irak que se ha filmado hasta la fecha. La mejor. Y sin temor a exagerar, podemos decir que es la mejor cinta bélica desde Full Metal Jacket. Estamos frente a un clásico moderno.

Sin embargo, decir que este film es sobre la guerra de Irak, es un poco engañoso, porque a diferencia de lo que Hollywood nos ha acostumbrado, no vemos a) una trama política b) un patriotismo contundente c) Estados Unidos, como el salvador del mundo. No, el guión del reportero de guerra Mark Boal, y la dirección de Kathryn Bigelow ―Punto de quiebra ―, nos presenta la humanidad de tres soldados de un escuadrón anti bombas, que deben de lidiar con explosivos día con día, mientras sus esperanzas se fortalecen con inyecciones de adrenalina, o se desquebrajan con francotiradores que los vigilan desde las azoteas en una destruida Bagdad.

A diferencia de decenas de guerras sobre Irak, Bigelow utiliza los efectos especiales como un recurso incidental, porque lo que realmente nos golpea el corazón cinéfilo es la tensión que nos transmite a través de la mirada de sus protagonistas, o de su steady-cam en continuo movimiento. Con ella, la cámara no se mueve raquíticamente, la cámara respira, corre, es nuestros ojos en la arena y la mirilla de una escopeta. Nos volvemos parte de esta unidad especial, queremos regresar junto con ellos a casa. The Hurt Locker, como toda película inolvidable de guerra, no se queda guardada en nuestra memoria, sino en el nudo en la garganta que con el paso del tiempo se empieza a desatar