Después de un año, por fin podremos ver la cinta que ganó el Óscar como Mejor Cinta Extranjera, y que fue la mayor sorpresa de la noche: quién hubiera dicho que un film japonés acerca e los rituales mortuorios, podría vencer a la joya animada Vals con Bashir. La respuesta es sencilla: El violín… (mejor conocida por su traducción sajona: Departures) es una celebración a la vida que sólo puede entenderse a través de la muerte.

La historia se centra en Daigo, un chelista que decide volver a su pueblo natal, después de que la orquesta donde tocaba se disuelve. Sin tener un futuro claro, decide responder al anuncio de un periódico y consigue trabajo preparando cadáveres ―en ritual hipnotizante―, antes de ser enterrados. Cuando sus amigos y esposa se enteran de cómo gana la vida, lo abandonan por sentirse avergonzados, sin embargo Daigo haya en su trabajo una nueva forma de enfrentar estos cambios: la madurez y el perdón, como la vida, tienen un límite de tiempo.

En una cultura de culto a la muerte como la nuestra, es agradable hallar similitudes e identificarnos con costumbres tan ajenas a las propias. Lo más impresionante de la cintas la forma en que Yojiro Yakita nos traslada a las montañas invernales de Japón y seduce nuestros sentidos, con una fotografía emotiva y música de cuerdas (interpretada por Diago y su chelo), que provocan una catarsis melodramática: por algunos minutos apreciaremos el presente, para comprender mejor que algún día, nos volveremos cenizas