Más que una cinta de horror, Viene de noche parece un ensayo sobre el miedo; las acciones a las que puede derivarnos la desesperación. El escenario es una cabaña en medio del bosque, donde padre, madre e hijo adolescente se han atrincherado tratando de evitar el contagio de una peste que, suponemos, ha diezmado la población mundial.
La primera escena ya es bastante difícil de procesar: todos llevan máscaras antigás y se despiden del abuelo, quien ya se ha infectado. El padre (Joel Edgerton) se prepara entonces para dispararle en la cabeza y lanzarlo a una fosa donde le prende fuego. La sangre fría de este hombre y el pavor que le da perder a su familia será el hilo conductor de la historia, que se empieza a distorsionar cada vez más cuando una pareja joven con un pequeño niño llegan a vivir con ellos por falta de agua. Al principio, el trato entre las dos familias es amable, pero la paranoia de ambos jefes de familia tensa el ambiente y se anuncia una tragedia.
Este es el segundo largometraje del joven director norteamericano Trey Edward Shults, quien sorprendió al mundo con Krisha (2015), un drama familiar descarnado donde una mujer de 60 años, adicta y alcohólica regresa a visitar a su hermana y a su hijo después de años de haber desaparecido. En esta ocasión, Shults regresa al tema familiar, con un estilo claustrofóbico, iluminado sólo por algunas lámparas nocturnas, efectivo para crear tensión dramática, pero que al final acaba por frustrar un poco al público, pues no hay revelación alguna. El filme promete mucho más de lo que entrega aunque no deja de ser un buen ejercicio fílmico.