Por Javier Pérez

Las princesas Disney se renuevan. Si bien ya habían sido más proactivas desde Mulan y Pocahontas, y Tiana y Rapunzel habían confirmado la tendencia –mis hijas me mantienen al día en el tema–, siempre terminaban confinadas al happily ever after junto algún príncipe guapetón. En Valiente la trama implica a tres pretendientes de la princesa en cuestión, la pelirroja, arrebatada, rebelde y habilidosa arquera Mérida, en una historia ubicada en una Escocia medieval bastante rústica en la que se busca mantener la unión y la paz del reino precisamente con el compromiso de la princesa.
Pero los pretendientes no tienen encanto y casi ni pizca de brillantez (uno incluso habla más desestructuradamente que EPN sin telepromter), así que el susodicho casorio queda en entredicho. Y uno lo confirma si ha visto el avance de la escena del tiro con arco que circula por la red. Pero ahí no está la carnita. Más bien se encuentra en la relación madre-hija alrededor de la cual se construye la película, por cierto, la primera incursión de Pixar (los mismísimos de Buscando a Nemo, Cars y Up) en este asunto de princesas.
Mark Andrews y Brenda Chapman, directores y guionistas de Valiente, crean una atmósfera con ciertos toques oscuros apoyándose en mitos de los bosques, de la inmortalidad, de la transformación del humano en bestia, y tomando referencias de los filmes del japonés Hayao Miyazaki (esos entes azules y la… –mi mujer grita: ¡spoiler!– señora de la cabaña lo son indudablemente, véase La princesa Mononoke y El viaje de Chihiro. Total, Disney tiene sus cuestiones con los estudios Ghibli).
Además, subrayan la relación del hombre con la naturaleza, inhóspita y aterrorizante pero a final de cuentas íntima y acogedora. Y para eso se apoyan en la 3D: crean texturas y relieves con los que consiguen una imagen impactante y digamos que realista de los bosques escoceses.
La música de Patrick Doyle, que da preponderancia al sonido de las gaitas, también ayuda a crear un ambiente a ratos festivo y a ratos intrigante. Incluso Valiente consigue poner al espectador al filo de la butaca con su escena de persecución en el bosque en la que dos personajes relevantes y encantadores parecen inevitablemente destinados a enfrentarse. Destino, por cierto, es una palabra que rige la trama, porque de eso se trata la película: ¿se puede cambiar el destino?
Y si hay que destacar algo de Valiente no me decantaría tanto por la fortaleza y protagonismo de los personajes femeninos –es algo que debería darse por sentado como una de las tantas situaciones que pueden ocurrir–. Optaría por destacar que no tiene personajes malos. Ni siquiera buenos. Todos tienen sus matices, que los vuelven atractivos o irritantes, divertidos o insoportables, pero sólo por instantes.
El rey Fergus es simple, bruto y obstinado, pero también divertido. La reina Elinor es enérgica e impositiva, al igual que controladora y comprensiva. Y así. Ni siquiera los trillizos, hermanitos de Mérida, con todo y que nunca abren la boca, son del todo encantadores.
Aunque Valiente no es una película totalmente afortunada (por momentos parece más disneyana que pixariana), es entretenida. Una flecha que apunta largo. No es cualquier cosa que por primera vez una de sus cintas tenga una protagonista femenina.